martes, 7 de diciembre de 2010

LEÑA Y MADERO

JORGE ALCOCER VILLANUEVA

La elección del nuevo presidente nacional del PAN, así como la integración del Comité Ejecutivo que habrá de acompañarlo en su jefatura, permite algunas consideraciones sobre la situación que priva en el partido gobernante y proporciona elementos para identificar y analizar los retos que enfrentará quien resultó electo.Gustavo Madero obtuvo el mayor número de votos en la primera ronda, pero a una distancia de tan solo 8 respecto a Roberto Gil; en orden de votación, los siguientes candidatos fueron: Cecilia Romero, Francisco Ramírez Acuña y Judith Díaz. En la segunda ronda podían participar los cuatro primeros. Romero y Ramírez declinaron; justo antes de iniciar la ronda final, Gil anunció su retiro de la contienda, por lo que no fue necesaria la votación por cédula, limitándose los consejeros a validar, a mano alzada, la elección del senador por Chihuahua.La arrebatada decisión de Roberto Gil solo puede explicarse como jugada de párvulo para evitar que el puntero ampliara considerablemente su ventaja, pues era previsible no solo que la mayoría de quienes habían apoyado a los otros tres candidatos virara a favor del senador, sino que además una parte significativa de quienes habían votado por Gil hicieran lo mismo. El joven diputado y su equipo quizá consideraron que al dejar en la incertidumbre su verdadero peso dentro del Consejo Nacional panista, podrían hacer valer su mínima distancia en la primera ronda, como un elemento de presión a la hora de negociar la integración del Comité Ejecutivo (CEN) y la estratégica posición de secretario general.Pero la jugada les resultó contraproducente, pues la duda sobre el respaldo efectivo, medido en número de consejeros, a quien resultó electo como jefe nacional del blanquiazul, quedó despejada al momento de votarse las propuestas de integrantes del CEN. Según la información publicada ayer en Reforma, Gil pretendió obtener para sus allegados 10 lugares de los 40 que componen el CEN; solo que al presentar la propuesta, sus autores olvidaron que los estatutos del PAN determinan una cuota de género del 40 por ciento. Ante el reclamo de varias consejeras, entre ellas Margarita Zavala, Madero modificó la lista pactada con Gil. La inmadurez volvió a ganarle al ex subsecretario de Gobernación, quien, descompuesto, retiró sus propuestas, criticando acremente al ganador.A la luz de los hechos, cabe sostener que Roberto Gil sobrevaluó su fuerza real. Con apenas tres años como militante activo, el registro de su candidatura motivó juicio y sentencia de la Sala Superior del TEPJF, que le dio la razón para competir, pero no los votos para ganar; con su doble declinación, convirtió su fuerza en leña que no arde; leyó mal las señales y declaraciones del primer panista de México, cuyo objetivo era -creo- cerrar el paso a Francisco Ramírez Acuña, madrugador como ayer en eso de los destapes.Aunque lo ocurrido el fin de semana no determina el proceso de selección del candidato presidencial del PAN, el cuarto lugar obtenido por el ex gobernador de Jalisco deja mal paradas las aspiraciones de su aliado Santiago Creel, mientras que despeja brecha para que, en su momento, Felipe Calderón ejerza influencia determinante en los términos de la convocatoria para inscribir precandidatos al 2012, y lo que en ese proceso ocurra. Esa tarea será el punto de llegada de la jefatura de Gustavo Madero, pero antes tendrá que atender otras más urgentes.Al chihuahuense lo distinguen sus dotes como negociador, acrecentadas en su paso por el liderazgo de su bancada en Xiconténcatl. Político de trato respetuoso, sabe poner la pierna como madero cuando de bloquear el camino se trata. Su elección pone fin a los años de los blue boys al frente del PAN. Gustavo tendrá que convertirse, y ser aceptado, como el Madero que otorga equilibrio y unidad a su partido.Gustavo Madero recibe una alforja cargada de pendientes: los tres consejeros del IFE; la terna de candidatas a la SCJN; el freno de Calderón a la Reforma Política; las elecciones en puerta en Guerrero y BCS; las alianzas con el PRD en Coahuila, Nayarit y estado de México. Y, antes que todo, la necesidad de atender expulsados (Manuel Espino) e inconformes, limpiar la casa y poner orden en el tiradero que sus dos antecesores inmediatos le heredan.

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