lunes, 6 de diciembre de 2010

RAFAEL CORDERA Y LOS JÓVENES

CIRO MURAYAMA RENDÓN
Cuando el “bono demográfico” aún estaba lejos de ser promesa para la vida mexicana, y cuando quedaba todavía más distante la noción de que podríamos perder buena parte del potencial del país si no desplegábamos una genuina política de desarrollo y bienestar hacia los jóvenes, Rafael Cordera (1947-2010) ya había hecho de la cuestión juvenil una de sus preocupaciones intelectuales.
Leo el volumen México joven. Políticas y propuestas para la discusión que coordinó e impulsó Fallo Cordera hace tres lustros (UNAM, 1996). Entonces, a mediados de los noventa, Rafael Cordera alertaba: “ya resulta evidente que el éxito de la cobertura básica de la primaria y la secundaria del sistema público, colocan a miles de nuevos jóvenes en posición demandante frente al sistema educativo medio superior. La presión que están ejerciendo estos contingentes juveniles sobre el sistema medio superior es comparable con la que vivió el sistema universitario al finalizar los años sesenta. Una nueva oleada masiva puede volver a tomarnos por sorpresa y llevarnos a repetir las improvisaciones y el gigantismo del que apenas se están recuperando nuestras instituciones”. Desde entonces, Fallo Cordera se preguntaba si los jóvenes eran “¿un problema o una oportunidad?” y respondía que el “cambio demográfico, del cual los jóvenes son protagonistas, puede redefinir, si sabemos aprovecharlo, el perfil social de la nación en el próximo siglo”. Para ello, Rafael Cordera avanzó en la definición de una propuesta con cuatro componentes: 1) política de empleos para jóvenes, 2) capacitación localizada, preferentemente en las zonas más pobres, 3) política demográfica para evitar la maternidad precoz de las jóvenes y, 4) política educativa y cultural consistente y de largo plazo.
Otras urgencias y no el bienestar juvenil como prioridad, dominaron la agenda de fin de siglo y nos llevaron al escenario sobre el que Cordera alertaba: a un futuro que se hizo presente sin haber creado las oportunidades de educación y empleo que la demografía no permitía posponer.
Al iniciar este siglo, Rafael Cordera publicó el libro Los jóvenes mexicanos. Evolución y participación política (Facultad de Economía, UNAM, 2000). Ahí, Rafael Cordera señalaba: “El país vive una transición demográfica que al no ser percibida por todos, tal vez explique —aunque sea parcialmente— la falta de un conocimiento y de una conciencia social acerca de la magnitud de los problemas que aquejan a quienes viven en esa etapa de la vida. Pero la conclusión de que existe un ‘asunto juvenil’ no se debe a la sola consideración de su número absoluto; también se justifica el tema por un conjunto de indicadores que ilustran las penurias radicadas en el universo de los jóvenes y que también muestran el grado de desatención a que han estado sujetos”. En esos años de novedosa alternancia y expectativas sobrecargadas hacia la democracia, Rafael Cordera subrayaba la ausencia del tema juvenil en las agendas de las fuerzas políticas: “Los partidos y sus candidatos deberían asumir responsablemente el tema de los jóvenes. Por supuesto, no solamente de manera pragmática, es decir, no únicamente en relación con la proporción del voto sino, como se dice pragmáticamente, todos los días, como perspectiva de futuro. Deberíamos asumir con responsabilidad que ellos son presente y futuro nacional. ¿Cómo queremos ser mañana? ¿Qué tipo de ciudadanos queremos?”.
Hace unos meses Rafael Cordera participó en el seminario que dio lugar al documento colectivo “México ante la crisis. Hacia un nuevo curso de desarrollo”. En el libro que recoge ese planteamiento (UNAM, 2010), la contribución de Rafael Cordera habla del “desastre juvenil” que ocurre actualmente en el país. Las cifras de abandono escolar temprano, así como del fracaso en el aprendizaje básico que afecta a buena parte de quienes consiguen terminar la enseñanza obligatoria, el desempleo y la precariedad laboral de los jóvenes, la emigración, así como la vulnerabilidad juvenil en materias de salud y seguridad, fundamentan sus preocupaciones recientes. Rafael Cordera explica, además, que con esas condiciones estructurales de vida los jóvenes han empezado a recelar de la democracia. Por ello, vuelve a insistir en la necesidad básica de contar con una política de Estado hacia el bienestar de los jóvenes, que involucre a gobiernos, poderes, universidades y sector privado.
Los trabajos de Rafael Cordera citados aquí telegráficamente —entre ellos hubo muchos artículos más sobre la cuestión juvenil—, revelan la calidad de su sensibilidad política e intelectual, y son una muestra más de su congruencia. Él fue pionero en comprender y difundir la importancia de la dimensión juvenil para el México del siglo XXI. Sin ese componente clave en las reflexiones y en las políticas del México contemporáneo, el desarrollo nacional seguirá siendo esquivo y lejano.
Fallo Cordera, además de pensar a los jóvenes en plural, fue generoso con algunos en singular. Es mi caso: me ofreció el primer empleo formal que tuve, en la UNAM; me animó a escribir y publicar; luego conté con su apoyo para estudiar en el extranjero. Como maestro, jefe y amigo, me abrió puertas a conocimientos, causas, gente y afectos que aún me nutren. El estímulo que recibí de él en la juventud es y será el agradecimiento permanente de mi madurez. Gracias Fallo, gracias.

No hay comentarios: