jueves, 2 de diciembre de 2010

¿A LA MITAD DEL CAMINO Y DEL CAMBIO?

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

Algunos comentaristas y politólogos opinan que es absurdo que nos escandalicemos por el hecho de que el Presidente de la República haga propaganda abierta y clara a favor de su partido. Afirman que en otros países de Europa, de nuestra propia Iberoamérica y ni qué decir de los Estados Unidos, eso es cosa común y corriente y nadie pone el grito en el cielo. Al contrario, lo practican como parte esencial de la democracia. El hecho es cierto pero no prueba que por serlo vaya de acuerdo con la verdadera democracia que es inseparable del Derecho, o sea, que por naturaleza se sustenta en una Constitución. Al efecto política y Derecho deben ser aliados y la prueba la tenemos, en México, en que nuestra Constitución se denomina Constitución "Política" de los Estados Unidos Mexicanos; no Constitución "jurídica", siendo por otra parte que contiene una serie de principios jurídicos fundamentales. Lo señalo con especial interés por dos razones, una histórica y otra de particular relevancia precisamente constitucional. La primera atañe a que desde nuestra Independencia, para citar una fecha un tanto cuanto convencional, somos vecinos geográficos de los Estados Unidos de América y compartiendo la misma frontera, hoy la primera superpotencia con China y antes con la Unión Soviética. Circunstancia que otros países no han vivido ni viven o tampoco vivirán. Y esto obviamente crea, favorece e impulsa condiciones especiales que directa o indirectamente, por ejemplo, influyeron en el sistema presidencialista mexicano, tan marcado y agudo desde la Constitución de 1917 (con PAN o sin PAN en el poder, porque el presidencialismo sigue vigente). De tal manera que a pesar de la tan pregonada democracia, con diez años de vida según Calderón, el Presidente manda y más que manda, dirige, consolida y ordena al margen de sus controversias e indisposiciones con el Congreso; por lo que al hacer propaganda a favor de su partido rompe el equilibrio democrático en un terreno social de suyo pantanoso por el enorme descontento que hay. En rigor manipula a una gran parte de la opinión y sugerirle que en la especie guarde silencio no es amordazarlo sino invitarlo a la cordura política y democrática. La segunda razón de particular relevancia constitucional es que la Carta Magna que él protestó guardar y hacer guardar, lo mismo que las leyes que de ella emanan, pidiendo que se le demande si no lo hace, prescribe que somos una República representativa, democrática y federal (artículo 40), que hay un Supremo Poder de la Federación que para su ejercicio se divide en Legislativo, Ejecutivo y Judicial (artículo 49) y que a su vez el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión se deposita en un solo individuo que es el "Presidente de los Estados Unidos Mexicanos", o sea, que es el Presidente de la Nación entera no teniendo derecho ni facultades para partidizarla. En tal virtud las palabras de Calderón al conmemorar los cuatro años de su gobierno, en el sentido de que "México no merece quedar parado a la mitad del camino ni del cambio", son contraproducentes en una democracia como la nuestra y revelan una manipulación tendenciosa, propagandística, que no va de acuerdo con un Presidente que lo es de la Nación toda. En consecuencia son contrarias a la Constitución Política y también jurídica de México. Camino ensangrentado el que se ha recorrido en los últimos cuatros años. Cambio prometido y no cumplido por la razón que se quiera. No cumplido. Lo prudente, lo honorable, lo democrático, es aguardar a que el pueblo decida en su momento. Además eso de a la mitad del camino me recuerda un discurso memorable de Franklin D. Roosevelt cuando se reeligió por tercera ocasión en medio de la última guerra mundial, para no interrumpir el curso del camino andado, y nada tiene que ver con la reelección de un partido en medio de una guerra terrible, innecesaria, inconstitucional, sin resultados positivos. Por lo mismo yo creo que las diatribas mutuas, las palabras altisonantes e injuriosas, los alegatos alborotadores en que se empeñan los diputados y senadores de los distintos partidos, son humo ocasional y enrarecedor del ambiente político. Humo innecesario. Mejor harían los contendientes en precisar con escrupulosidad política y por supuesto jurídica si los actos y acciones del Presidente de la República son conforme a la Constitución y sus principios. Para qué tanto alegar con pseudorazonamientos insubstanciales, cargados de pasión y hasta de oportunismo. Lo que pasa en realidad es que el Presidente constata el desgaste de su política y de su partido, anticipando vísperas electorales. Al respecto yo pienso que las facultades y atribuciones legales del Instituto Federal Electoral (IFE) deben ser leídas con cuidado y aplicadas e interpretadas con mayor cuidado, porque es ridículo que se suponga siquiera que la democracia se halla atada a plazos, tiempos, calendarios electorales. Hay que ir al espíritu de la ley electoral. La fracción I del artículo 41 de la Constitución se refiere a "la participación del pueblo en la vida democrática", de donde se deduce que la democracia auténtica es una forma de vida y que cada ciudadano de este país tiene el inalienable derecho de elegir la foma que mejor le parezca sin que nadie lo induzca a ello, porque "la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo" (artículo 39 constitucional). En suma, se quiere manipular nuestra facultad soberana. Yo no pertenezco a ningún partido político y no me interesa defender o exaltar al PRI. Sin embargo la expresión del Presidente de que "el país no merece la tragedia de regresar a lo antiguo y a lo autoritario" no es acorde con la función y responsabilidad que ostenta. No se trata, repito, de limitar la libertad de expresión del mandatario sino de evitar que con ella coarte la libertad democrática, de elección, de los gobernados. El Presidente ha celebrado los cuatro años de un gobierno que pregona es democrático, olvidando que la democracia es dejar que cada quien la viva de acuerdo con sus convicciones políticas que él, como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, debe respetar. Los mensajes subliminales tienen otro espacio, el de la mercadotecnia. ¿O habrá acaso una mercadotecnia democrática y por ende política e incluso electoral?

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