martes, 28 de diciembre de 2010

SALIDAS FALSAS

JOHN MILL ACKERMAN ROSE

Este año que termina ha estado marcado por el escándalo, la muerte y la corrupción. El artero asesinato de Marisela Escobedo, la fuga de 141 reos en Tamaulipas, el secuestro de migrantes en Oaxaca y la explosión de un oleoducto en Puebla, son apenas los ejemplos más recientes de la profunda debilidad institucional con que llegamos al final de este fatídico año. De cara al evidente vacío de autoridad y legitimidad que se extiende más cada día, ha brotado una epidemia de nuevas iniciativas propagandísticas que no son más que salidas falsas. La Iniciativa México de Televisa, los mensajes de La Familia Michoacana, las narcomantas de La Línea y los comunicados de la Red por la Transformación Global (RTG) tienen todos un mismo propósito: distraer la atención y evitar la construcción de un auténtico movimiento social autónomo que imprima nuevo rumbo a la política nacional. El mensaje de la RTG constituye el complemento perfecto para la Iniciativa México. Mientras Televisa busca minar la autoestima del pueblo mexicano y premiar esfuerzos ciudadanos light sin visión política (sobre este tema véase la columna de un servidor en estas páginas Totalitarismo a la mexicana (14/6/2010): http://bit.ly/9dob1b), los ex Misteriosos Desaparecedores fomentan un maniqueismo simplista y rudimentario que asusta a los ciudadanos y desalienta la movilización social. Si antes la Iniciativa México distinguió de manera reduccionista entre el México de los complejos y el México de hombres y mujeres seguros de sí mismos, hoy la RTG señala una sociedad dividida en dos: Ellos y Nosotros. Ellos ricos y Nosotros pobres, cuyos mundos y realidades son totalmente opuestos. Con gran maestría ya Octavio Rodríguez Araujo (http://bit.ly/hA2TAx) y Jorge Camil (http://bit.ly/e0J5EU) han desmitificado punto por punto el comunicado de estos supuestos guerrilleros secuestradores. En suma, tanto RTG como Iniciativa México buscan obstaculizar la construcción de una acción ciudadana coordinada y transformadora que auspicie la conquista del estado de derecho y la justicia social. Los mensajes de La Familia y La Línea también buscan vender un discurso emancipatorio. Los narcotraficantes de Michoacán han señalado que su organización “está integrada por hombres y mujeres michoacanos… dispuestos a luchar ante la ineficacia y tibieza de las autoridades para erradicar de nuestro Estado a ladrones, violadores, narcotraficantes y secuestradores”. Mientras, los capos de Ciudad Juárez declaran que tienen mejores principios éticos que los del cártel de Sinaloa y El Chapo Guzmán, quienes supuestamente habrían cometido ese jale mierda de la señora en Chihuahua. En contraste, La Línea no se mete con señoras y niños inocentes y se compromete a hacer lo que el gobierno no ha podido lograr: castigar los crimenes cometidos en contra de Marisela Escobedo y su hija Rubí. Los ciudadanos entonces nos encontramos en una situación de vulnerabilidad total en que la única salida que se nos presenta sería cambiar de un bando mafioso, o abiertamente delincuencial, a otro, con la esperanza de que así se pueda mejorar, aunque sea un poco, la trágica situación. Para aliviar la irritación social producida por la inacción de las instituciones fallidas de Felipe Calderón y de gobernadores como César Duarte, se nos propone, primero, el refugio plástico de Televisa y los poderes fácticos; después nos recetan los discursos de una bola de secuestradores ilustrados, y finalmente nos mandan a recibir la protección de narcotraficantes más respetuosos. La situación actual es particularmente dramática, no solamente por el total fracaso de las políticas públicas gubernamentales, sino también por la proliferación de salidas falsas que confunden y aturden a la población. Hoy como nunca urge articular un nuevo discurso de resistencia, participación y lucha ciudadana basado en la esperanza y la transformación social. Las banderas de lucha tendrían que ser el combate a la corrupción, la conquista de la justicia y el estado de derecho, la instalación de un régimen económico de competencia verdadera, y la total eliminación de la pobreza. En este país en que los riesgos para la ciudadanía van en constante aumento, los bonos de riesgo no deberían dirigirse a Alejandra Sota, Luis Felipe Bravo Mena o Ernesto Cordero, sino a todos aquellos ciudadanos que día a día luchan para mejorar el bienestar de sus familias y sus comunidades. Hace falta un programa que unifique y trace una utopía realizable para motivar una acción social coordinada e invencible donde los protagonistas del cambio sean los ciudadanaos de a pie. Pero más importante que las palabras y el discurso sería la naturaleza del nuevo sujeto social. ¿Cómo articular en un solo movimiento las demandas de los padres de familia de la Guardería ABC, las madres y los jóvenes de Ciudad Juárez, las indígenas y los ecologístas de Guerrero, las sobrecargos de Mexicana, las víctimas de San Salvador Atenco y Acteal, los electricistas del SME, las comunidades damnificadas por las lluvias de Tabasco y Veracruz, los deudos de la explosión en Puebla y los indocumentados secuestrados? Desde ya habría que empezar a ensayar nuevas formas de articulación y movilización social. Solamente el surgimiento de una presencia másiva y pública de mujeres, hombres y jóvenes que luchen todos los días para defender la dignidad humana y conquistar la justicia podrá expulsar el fantasma de la propaganda engañosa de las salidas falsas.

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