No había otorgado la Casa Blanca el reconocimiento al Gobierno constitucionalista, cuando Francisco Villa había dado pretextos para otro conflicto entre México y las potencias extranjeras. No obstante, las acciones de Villa servirían al primer jefe, Carranza, para delinear su política exterior y su estrategia para saldar las reclamaciones internacionales.
Primero, Villa, quien había ejecutado al ciudadano británico William Benton, aduciendo que él lo había intentado asesinar y que luego un consejo de guerra había decidido su ejecución. Quizá en verdad, Benton había reclamado a Villa las arbitrariedades cometidas contra sus bienes. Washington se inconformó directamente con Villa y envió un agente especial para obtener información en la frontera, pero Benton estaba muerto. Luego, los Estados Unidos se dirigieron con Carranza, quien había sido desairado al inicio y señaló que aceptaría conferenciar, pero que no estaba de acuerdo en que Estados Unidos interviniera en defensa de un súbdito británico.
Se aducía que este proceder era debido en parte a que no había representantes diplomáticos, tanto para Huerta como para Carranza, y por ello era que Estados Unidos hacía la reclamación. Pero Carranza tenía cuentas pendientes con los ingleses, especialmente por la participación de su Legación en el Pacto de la Embajada. Carranza agarró el toro por los cuernos y sostuvo que él siempre había dado completa protección a extranjeros y que estaba presto para atender reclamaciones de Estados Unidos a favor de sus connacionales.
Así, Carranza lograba obligar a los Estados europeos a que reconocieran su gobierno y se dirigieran a él en su carácter del Poder Ejecutivo, destacando que Estados Unidos no tenía poder oficial ni oficioso para representar a México cerca de potencia europea alguna. Aprovechó también para señalar que el gobierno de la Revolución no reconocía la Doctrina Monroe. En fin, destacaba -en los cimientos de su política exterior- que los países que tuviesen reclamaciones con México, lo deberían de hacer directamente y no a través de la intermediación de Estados Unidos.
Villa vuelve a complicar las cosas al carrancismo cuando decide atacar en marzo de 1916 la población de Columbus en Nuevo México. Antes, un general villista detuvo un tren de pasajeros en Chihuahua; a bordo iban ingenieros estadunidenses; la escuadra villista terminó con la vida de los norteamericanos. Aunque Villa estaba lejos del lugar, se le acusó de la autoría del atentado y la opinión pública norteamericana presionó a su gobierno para que interviniera en México.
Sea porque allí vivía una persona que le debía dinero a Villa o porque allí había una guarnición pequeña, el hecho es que los "Dorados" atacaron Columbus enardecidos también por los tratos de Carranza con Estados Unidos en los que se incluían propuestas para el gabinete y negociación sobre el ferrocarril de Tehuantepec. Villa lo simplificó todo y dijo que Carranza había vendido los estados del norte de México y no olvidaba tampoco la complicidad norteamericana en su derrota en la Batalla de Agua Prieta.
Hay algunos historiadores que señalan que Villa ni siquiera le dijo a su tropa que estaba cruzando la frontera. Como respuesta, el general John Pershing a cargo de las tropas estadunidenses en la frontera, preparó a sus hombres después del disparate de Villa que costó la vida a más de 100 de sus soldados. Estados Unidos estaba en la puerta de la guerra en Europa y no quería dispersar sus tropas, pero el propio general Pershing cruzó la frontera con instrucción precisa de disolver las bandas villistas. Esto fue hecho sin la autorización del gobierno constitucionalista y se argumentó que era solamente una expedición punitiva tras bandoleros al margen de la ley. Por tanto, Carranza protestó y exigió un paso recíproco de hombres por no más de cinco días y sin avanzar más de 60 km de la frontera.
Los americanos exigieron que no se les obligara a retirarse de la zona, en cuanto atraparan a los villistas. Carranza respondió exigiendo el retiro de la expedición, de quien después dirigiría la tropa norteamericana en la Primera Guerra Mundial. Otra columna norteamericana se internó hasta Parral y se dio un enfrentamiento; Carranza exigió el retiro inmediato, posición inalterable que se dio en todos los tiempos de esta refriega.
Finalmente, en Ciudad Juárez, Álvaro Obregón y el jefe de Estado Mayor de Estados Unidos conferenciaron; el sonorense dijo que la defensa contra malhechores debía hacerla el gobierno. Estados Unidos argumentaba que debía instalar una guarnición en territorio nuestro. Tiempo después se dio otro enfrentamiento en El Carrizal que agravó las cosas y nos puso en la puerta de un rompimiento definitivo. México buscó la solidaridad latinoamericana. (Continuará).
Primero, Villa, quien había ejecutado al ciudadano británico William Benton, aduciendo que él lo había intentado asesinar y que luego un consejo de guerra había decidido su ejecución. Quizá en verdad, Benton había reclamado a Villa las arbitrariedades cometidas contra sus bienes. Washington se inconformó directamente con Villa y envió un agente especial para obtener información en la frontera, pero Benton estaba muerto. Luego, los Estados Unidos se dirigieron con Carranza, quien había sido desairado al inicio y señaló que aceptaría conferenciar, pero que no estaba de acuerdo en que Estados Unidos interviniera en defensa de un súbdito británico.
Se aducía que este proceder era debido en parte a que no había representantes diplomáticos, tanto para Huerta como para Carranza, y por ello era que Estados Unidos hacía la reclamación. Pero Carranza tenía cuentas pendientes con los ingleses, especialmente por la participación de su Legación en el Pacto de la Embajada. Carranza agarró el toro por los cuernos y sostuvo que él siempre había dado completa protección a extranjeros y que estaba presto para atender reclamaciones de Estados Unidos a favor de sus connacionales.
Así, Carranza lograba obligar a los Estados europeos a que reconocieran su gobierno y se dirigieran a él en su carácter del Poder Ejecutivo, destacando que Estados Unidos no tenía poder oficial ni oficioso para representar a México cerca de potencia europea alguna. Aprovechó también para señalar que el gobierno de la Revolución no reconocía la Doctrina Monroe. En fin, destacaba -en los cimientos de su política exterior- que los países que tuviesen reclamaciones con México, lo deberían de hacer directamente y no a través de la intermediación de Estados Unidos.
Villa vuelve a complicar las cosas al carrancismo cuando decide atacar en marzo de 1916 la población de Columbus en Nuevo México. Antes, un general villista detuvo un tren de pasajeros en Chihuahua; a bordo iban ingenieros estadunidenses; la escuadra villista terminó con la vida de los norteamericanos. Aunque Villa estaba lejos del lugar, se le acusó de la autoría del atentado y la opinión pública norteamericana presionó a su gobierno para que interviniera en México.
Sea porque allí vivía una persona que le debía dinero a Villa o porque allí había una guarnición pequeña, el hecho es que los "Dorados" atacaron Columbus enardecidos también por los tratos de Carranza con Estados Unidos en los que se incluían propuestas para el gabinete y negociación sobre el ferrocarril de Tehuantepec. Villa lo simplificó todo y dijo que Carranza había vendido los estados del norte de México y no olvidaba tampoco la complicidad norteamericana en su derrota en la Batalla de Agua Prieta.
Hay algunos historiadores que señalan que Villa ni siquiera le dijo a su tropa que estaba cruzando la frontera. Como respuesta, el general John Pershing a cargo de las tropas estadunidenses en la frontera, preparó a sus hombres después del disparate de Villa que costó la vida a más de 100 de sus soldados. Estados Unidos estaba en la puerta de la guerra en Europa y no quería dispersar sus tropas, pero el propio general Pershing cruzó la frontera con instrucción precisa de disolver las bandas villistas. Esto fue hecho sin la autorización del gobierno constitucionalista y se argumentó que era solamente una expedición punitiva tras bandoleros al margen de la ley. Por tanto, Carranza protestó y exigió un paso recíproco de hombres por no más de cinco días y sin avanzar más de 60 km de la frontera.
Los americanos exigieron que no se les obligara a retirarse de la zona, en cuanto atraparan a los villistas. Carranza respondió exigiendo el retiro de la expedición, de quien después dirigiría la tropa norteamericana en la Primera Guerra Mundial. Otra columna norteamericana se internó hasta Parral y se dio un enfrentamiento; Carranza exigió el retiro inmediato, posición inalterable que se dio en todos los tiempos de esta refriega.
Finalmente, en Ciudad Juárez, Álvaro Obregón y el jefe de Estado Mayor de Estados Unidos conferenciaron; el sonorense dijo que la defensa contra malhechores debía hacerla el gobierno. Estados Unidos argumentaba que debía instalar una guarnición en territorio nuestro. Tiempo después se dio otro enfrentamiento en El Carrizal que agravó las cosas y nos puso en la puerta de un rompimiento definitivo. México buscó la solidaridad latinoamericana. (Continuará).
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