lunes, 7 de diciembre de 2009

UN CONGRESO DESCONECTADO

FRANCISCO MARTÍN MORENO

Una aguda e inquieta lectora me hizo llegar amablemente la siguiente reflexión de Eduardo Aniant: “Un hecho que no resulta sorprendente es que, además, los ‘desconectados’ son los pobres del mundo, aquellos que no se benefician del crecimiento económico mundial porque no tienen acceso a los servicios sociales básicos, a la infraestructura esencial ni a oportunidades de obtención de ingreso y empleo, y mucho menos acceso a Internet. En estos días, estar desconectado supone un costo aún mayor: el costo del aislamiento y la marginación, en tiempos en que ya existe una brecha creciente entre ricos y pobres dentro de cada país y entre los distintos países.”
Los mexicanos, por nuestra parte, estamos “desconectados” del Congreso porque en dicho recinto parlamentario la opinión de los representados paradójicamente no cuenta. Me explico: el objetivo central que justifica la existencia del Poder Legislativo en el marco de las instituciones republicanas consiste en traducir la voluntad popular en leyes orientadas a propiciar la evolución, el bienestar y la convivencia civilizada en una determinada comunidad. En México la desconexión es patética. Nuestros legisladores, por lo general, no recaban la opinión de la nación puesto que reaccionan a intereses ajenos a los ideales y propósitos de la nación que supuestamente representan. Aquellos le rinden cuentas a los jerifaltes de los partidos políticos, no así a sus representados, por lo cual cometen una traición, una felonía que no se encuentra contemplada en nuestros códigos criminales.
¿Dónde están los diputados que armaron asambleas ciudadanas para conocer el parecer del electorado en torno a la apertura energética o a la suspensión del embarazo? ¿Cuántas personas fueron consultadas antes de que se modificaran las constituciones de 17 estados de la Federación para establecer como delito el aborto? ¡Ni una sola! Diputados y senadores se han convertido en tiranos que ignoran la voluntad popular y convierten en leyes todo aquello que conviene a sus intereses de clase. Diputados y senadores están “desconectados” de la realidad nacional, mientras continúan acatando instrucciones de los comités directivos y renuncian a cualquier actitud crítica, con lo cual ya no sólo traicionan al electorado, sino que, esta vez, lo hacen en contra de sus propias conciencias en el caso remoto de que llegaran a tenerlas…
El problema adquiere otras dimensiones cuando los ciudadanos nos percatamos de que la “desconexión” también tiene alcances internacionales, no sólo domésticos. La mayoría de los países del orbe han abierto sus economías en el contexto moderno de la globalización. Castro, por su parte, el coma-andante, el furioso enemigo de todo principio capitalista, hasta él ya invitó igualmente a la inversión extranjera a la explotación conjunta de las riquezas petroleras sepultadas a grandes profundidades en el mar Caribe, mientras nuestros legisladores continúan “desconectados”, en este caso apartados de cualquier teoría globalizadora, mientras cruje la estructura hacendaria nacional ante la catastrófica pérdida de enormes recursos petroleros que dejamos de captar por ignorancia o por un concepto indígeno-nacionalista de carácter suicida. Las encuestas de opinión expresan los deseos de la sociedad mexicana dispuesta a ejecutar la apertura petrolera con las debidas reglas impuestas exitosamente en otras latitudes. La inmensa mayoría de los mexicanos deseamos conectarnos con el mundo, abrirnos, explotar nuestras riquezas, aceptar ayuda extranjera para lograrlo con tal de alcanzar los niveles de bienestar tan prometidos como diferidos temerariamente en el tiempo. Sin embargo, un Congreso “desconectado” insiste aviesamente en el fracaso y renuncia a echar mano de las herramientas de cuya correcta utilización depende el futuro del país antes de volver a despertar al México bronco.
El Congreso mexicano está “desconectado” del electorado que supuestamente representa; “desconectado” del engranaje energético mundial; “desconectado” de todo principio globalizador; “desconectado” de la realidad económica mexicana; “desconectado” de la miseria que padecen millones de compatriotas y que bien podría paliarse con la apertura petrolera; “desconectado” del mundo y, finalmente, también “desconectado” de los genuinos intereses de la patria… ¿De dónde más podría estar igualmente “desconectado” el pleno del Poder Legislativo..?

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