sábado, 30 de octubre de 2010

LOS PENÚLTIMOS DÍAS DEL PRESIDENTE MADERO (III)

HERMILIO SÁNCHEZ BASSOLS

En esta serie de colaboraciones que en número de diez, publico semanalmente, en este mes y el próximo, que son fragmentos de una obra: "Política Exterior de México", de pronta aparición, me he referido tanto a los vacilantes pasos de Francisco I. Madero desde la publicación del Plan de San Luis hasta su instalación en la Presidencia. Desafortunadamente, son muy escasas las definiciones que tuvo el prócer con relación a su política exterior. Sin embargo, destacan el temor manifiesto que tuvo respecto a la toma de Ciudad Juárez, donde se había concentrado el Ejército federal, temiendo que en la lucha pudieren las balas llegar al otro lado del río y generar un incidente de serias consecuencias con el gobierno del presidente Taft. Por otra parte, también fue cuidadoso en conservar la maquinaria porfirista y por tanto las gentes que instrumentaron la política exterior del dictador. De allí que cuando León de la Barra, exembajador de Díaz en Estados Unidos se encarga del gobierno antes de las elecciones de 1911, se encarga el Ministerio de Relaciones Exteriores a un hombre que no era de afiliación maderista, Victoriano Salado, y luego otro de la misma insignia, Bartolomé Carbajal.
Realizadas las elecciones, Madero coloca en la Cancillería a Manuel Calero, veracruzano que formó parte del gabinete de Don Porfirio y también del de León de la Barra, y que se declaraba no ser un porfirista "servil" ni un "científico". Pronto entró en desacuerdo con Madero, quien, dijo, "no tardó en exhibir su incapacidad para resolver los problemas de la administración y de la política", y todavía más cáustico: "el Caudillo de la Revolución no vislumbró siquiera las hondas necesidades nacionales". Esto explica la brevedad de su mandato, debido también a su oposición al vicepresidente Pino Suárez. El asunto se resolvió en abril de 1912 enviando a Calero como embajador de México en Estados Unidos. Allí tampoco cubrió un buen papel porque subrayaba que los problemas que se encaraban eran esencialmente políticos y que estaban ligados al caos de la política interior. Pino Suárez aprovechó la oportunidad para identificarlo como magonista, es decir enemigo del gobierno. Al efecto, fue nombrado secretario de Relaciones Pedro Lascurain, que tuvo la muy mala fortuna de ser el comodín que se utilizó para que Victoriano Huerta asumiera la presidencia al traicionar a Madero.
Ante tal escenario, es difícil encontrar hechos concretos, más allá de los mencionados en materia de política exterior por parte de Madero. Lascurain pretendió ser mediador entre los revolucionarios y el antiguo régimen, pero muy pronto se convirtió en participante indirecto de los acontecimientos de la Decena Trágica.
En el limitado tiempo de poco más de un año, varias fricciones se generaron con el gobierno de Estados Unidos, una, el respeto a los límites y las incursiones del Ejército estadunidense con el pretexto de combatir a los indios; dos, la presencia en el exilio de Ricardo Flores Magón, quien con su periódico Regeneración despertó al pueblo hacia una lucha donde estaban perfectamente delimitados sus preclaros propósitos (Jacinto Barrera Bassols prepara la primera gran biografía del oaxaqueño, abanderado de la educación liberal, la honradez política y el respeto a la ley, pero ayuno lamentablemente, de tesis sobre política exterior). Conforme fue ascendiendo Madero, políticamente, se fue deteriorando su relación con Estados Unidos y obligadamente el punto de inflexión decisivo fue el petróleo. En 1911 los empresarios norteamericanos ofrecieron a los maderistas un préstamo para verse favorecidos; algunos señalan que la Standard Oil Co. proporcionó asistencia económica al movimiento. En los tenues lazos que tendió Madero, buscó infructuosamente alianzas con la burguesía política y subestimó los intereses económicos norteamericanos en relación con su propio gobierno. Aquí encuéntrase la partida de la lucha mortal que se dio entre Madero y su búsqueda de sus relaciones con la presidencia norteamericana y el embajador norteamericano en México, Henry Lane Wilson, quien de hecho, en forma casi independiente de su relación con su gobierno, aplicó una política personal y de intereses comerciales enfrentándose a Madero. En 1912, el gobierno mexicano decretó el cobro de un pequeño impuesto a las compañías, las empresas protestaron y sólo El Águila pagó. El gobierno exigió que las empresas se inscribieran en un registro y los petroleros se negaron. Henry Lane Wilson, sin pudor alguno, no vaciló en emitir los más graves juicios contra el gobierno maderista al que acusó de arruinar a los petroleros yanquis. Inútil fue también la explicación que Lascurain dio en Washington. Es así que Madero, al terminar 1912 pierde dos apoyos, los orozquistas que se levantan con el Pacto de la Empacadora, acusándolo de ser un gobierno pro-yanqui, y Lane Wilson que lo acusaba de ir contra los intereses de sus conciudadanos. Sin embargo, el presidente Taft que había convocado a un Consejo extraordinario de Ministros en febrero de 1913, acordó que lo que sucedía en México no justificaba una intervención armada, sino solamente medidas preventivas. Este hecho se examinará en la siguiente colaboración.

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