sábado, 30 de octubre de 2010

EL HOMBRE DEL 'MONÓLOGO DEL SPOT'

RAÚL TREJO DELARBRE

La respuesta de Enrique Peña Nieto a los reclamos políticos de Alonso Lujambio fue aldeana y apocada: “hace más de 200 años que los temas nacionales no se resuelven desde España, sino es aquí donde hay que atenderlos”. De esa manera, el gobernador mexiquense trató de capotear la ironía del Secretario de Educación Pública que el martes, en Madrid, deploró la ausencia de Peña Nieto cuya presencia había sido anunciada en una mesa redonda organizada por la Fundación Marcelino Botín. Inicialmente se había dicho que en esa reunión, dentro del Foro “México entre Norte y Sur”, estaría Peña Nieto. Sin embargo el gobernador anunció varios días antes que no podría asistir, de tal suerte que su nombre no apareció en el programa de ese evento que se realizó en la Residencia de Estudiantes de la capital española. No fue esa la única modificación en el Foro. La sesión más llamativa estaría integrada por Alonso Lujambio, Marcelo Ebrard y Carlos Salinas de Gortari, moderados por José Woldenberg. Como se ha publicado, especialmente en la reseña que hizo Raymundo Riva Palacio, Ebrard no quiso encontrarse en público con el ex presidente, Salinas fue movido de la sesión del martes a la del lunes, Woldenberg aceptó ser ponente y no sólo moderador y tampoco llegó el diputado Francisco Rojas que había sido incorporado al programa. Los organizadores de ese evento experimentaron, en pocas horas, un curso intensivo acerca de los titubeos y enredos que siguen distinguiendo a la clase política mexicana. Lujambio aprovechó las ausencias de Peña Nieto y Ebrard para recriminarles su resistencia al debate. Fue especialmente cáustico cuando dijo que el gobernador del Estado de México se ha convertido en “el prototipo de la acción comunicativa unilateral, del monólogo del spot o de la noticia pagada”. A Peña Nieto, insistió Lujambio, sólo le gusta aparecer “públicamente en ambientes controlados, encapsulado para la sonrisa y para la foto”. En su respuesta, al día siguiente, Peña Nieto eludió el cuestionamiento central de Lujambio. El secretario de Educación le reprochó su perseverante reticencia a la deliberación abierta, más allá de los monólogos que Peña Nieto suele leer en el telepromter y que sus asesores le preparan con un estilo sintomáticamente aséptico. Prácticamente no hay un solo tema de la agenda nacional respecto del cual Peña Nieto se haya comprometido con propuestas originales y precisas. Sus alocuciones en los abundantes actos a los que asiste suelen estar repletas de lugares comunes, determinados por una oratoria rescatada de la retórica priista de hace medio siglo. Si además de ambiciones tiene ideas políticas, el gobernador del Estado de México se ha cuidado mucho de hacerlas públicas. Por eso el cuestionamiento de Lujambio dio en el blanco al subrayar la que seguramente constituye la debilidad más importante, al menos en el terreno personal, de Enrique Peña Nieto. Quienes lo conocen suelen decir que es un operador político hábil, que llega a ser un conversador amable, que se comporta con estudiada aunque rígida cordialidad. Pero nadie ha hecho el elogio de las ideas del gobernador del Estado de México y los ciudadanos no han tenido ocasión de conocer su aptitud para el intercambio de razonamientos porque, como subrayó Lujambio, no discute en público y no se aparta del libreto que le preparan para cada ocasión. Peña Nieto pudo haber dicho simplemente que había cancelado semanas antes su asistencia al evento en Madrid. Pero la ganaron las ganas para replicarle a Lujambio y aludió a la ahora confirmada intención del secretario de Educación para competir por la candidatura presidencial del PAN. “Yo no voy a caer en esa impaciencia ni voy a entrar a otros terrenos; yo estoy ocupado con mi prioridad, que es gobernar el estado de México”, aseguró. Si, cómo no. De ser así, el gobernador mexiquense no estaría gastando toneladas de dinero público en la producción y contratación de spots que evidentemente van mucho más allá de la información sobre sus obras de gobierno para los ciudadanos mexiquenses. Cuando Peña Nieto dice que los temas nacionales no se resuelven en España, rescata una de las vertientes del acartonado discurso priista de los años 60 que le hacen decir sus asesores. Ese síndrome presuntamente nacionalista –pero en realidad autárquico y aislacionista– que supone que los asuntos de México nada más competen a los mexicanos, pudo haber tenido eficacia en un país cuya economía, pero también sus ideas y en buena medida su sociedad, estaban encerrados y distanciados del resto del mundo. Pero en esta época de comunicaciones digitales que nos hacen habitantes de una compleja pero interactuante aldea global y sobre todo de ideas e intercambios que circulan por todos los intersticios de nuestras sociedades, decir que los temas nacionales nada más se discuten dentro de nuestras fronteras es un subterfugio desmañado y provinciano.

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