lunes, 25 de octubre de 2010

LOS LEGIONARIOS

CARMEN ARISTEGUI

Los Legionarios deben estar de plácemes. Por lo menos sus más altas autoridades. El delegado pontificio Velasio de Paolis les envió una carta a ellos y a los miembros del Regnum Christi. Con fecha 19 de octubre, De Paolis emite un mensaje tranquilizador para los temerosos de que el Vaticano pudiera intervenir o provocar cambios draconianos en los ejes de existencia o funcionamiento de esta organización religiosa y empresarial o, peor aún, llamar a cuentas a alguien por solapamiento o complicidad. Tranquilos. De Paolis aclara que no es un interventor. Que no es un comisario. Tampoco un visitador. Que es sólo un delegado pontificio. Es decir, que nadie tiemble. Afirma, para tranquilidad de los herederos de Maciel, que desde el Decreto emitido por Benedicto XVI, mediante el cual se le nombra a él, se establece el reconocimiento y confirmación de los superiores actuales. Los superiores, por tanto, se quedan en sus cargos según las constituciones y, en consecuencia, empiezan a respirar más tranquilos. De Paolis invita, para aclarar paradas, a aquellos que tengan algo que plantear sobre los problemas de la Legión a que acudan, precisamente, con esa cúpula que acompañó, solapó e hizo posible a Maciel durante años, y les invita a que acudan con ellos como la primera instancia.
Con esto, se van disipando dudas y desinflando expectativas.
Una de las principales interrogantes abiertas sobre lo que haría el Vaticano con la estructura de control y gobierno, creada por Maciel, se ha despejado. No desaparecen. No son destituidos. No son ni siquiera reconvenidos. Los herederos de Maciel y su estructura de gobierno han quedado ratificados. Cinco meses atrás, el Vaticano abrió expectativas al publicar un informe sobre las visitas apostólicas a los Legionarios. Llamó, por fin, a las cosas por su nombre. Calificó a Maciel como un hombre sin escrúpulos, autor de conductas delictivas y carente de un auténtico sentimiento religioso. Se antojaba una intervención para desmontar ese sistema opresivo y de control ideado por Maciel, con el reto de no desaparecer, claro, la estructura generadora de recursos económicos que representa la Legión.
El comunicado de mayo -que significó la defenestración post mortem de Marcial Maciel- era trascendente no sólo porque reconocía las conductas execrables del fundador, sino porque se reconocía, de cierta manera, la existencia de una red de silencio y complicidad que lo protegía: "Los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso. Dicha vida era desconocida por gran parte de los Legionarios, sobre todo por el sistema de relaciones construido por el P. Maciel, que había sabido hábilmente crearse coartadas, ganarse la confianza, familiaridad y silencio de los que lo rodeaban y fortalecer su propio papel de fundador carismático". El Vaticano tocaba el asunto central de un contexto permisivo, negligente y cómplice que hizo a Maciel y a sus conductas posibles. Se daba, sin embargo, un balazo en el pie. Jalar el hilo de las complicidades conduciría, necesariamente, al propio Vaticano.
En el caso Maciel -y en otros tantos- Joseph Ratzinger se encuentra, ahora que es Papa y cruzando como cruza una crisis mundial por escándalos masivos de pederastia clerical, en el inmanejable papel de juez y parte. Ratzinger, como responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desechó para no contrariar a Juan Pablo II las acusaciones en contra de Maciel que le fueron notificadas. Ahí está Alberto Athié para contarlo. En la carta De Paolis les dice a los Legionarios que Benedicto XVI ha renovado su confianza en los Legionarios. Lo que sigue es la reconstrucción y mantener la maquinaria vigente. Les ofrece para ello un hermoso puente de plata. En la carta se lee: "Una dificultad resulta recurrente... según la cual los actuales superiores no podían no conocer las culpas del Fundador. Al callarlas habrían mentido. Pero se sabe que el problema no es tan simple..." y desarrolla, a continuación, una tesis exculpatoria de la cúpula legionaria. Quién lo dijera, Marcial Maciel murió, pero vive. Logró construir esa red de intereses eclesiásticos, políticos y mediáticos que sigue ahí, después de su muerte. Manejada por sus herederos. Los superiores. Los intocados.

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