domingo, 17 de octubre de 2010

PARA MODERNIZAR NUESTRO DERECHO

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Hace algunas semanas emprendimos la lista de los aspectos que convendría revisar en nuestro sistema jurídico, pasada la primera década de este siglo, a fin de encontrarlo más moderno, más adecuado a nuestras circunstancias y, sobre todo, más eficiente y justo. Diversas circunstancias que no admitían dilación, obligaron a suspender momentáneamente ese análisis y es necesario cerrar aquel ciclo comenzado hace ya un par de meses. La observación muestra que hay dos fuerzas que están influyendo en la conformación de nuestro derecho en el presente: la invasión de lo privado en el ámbito de lo público, al ofrecer soluciones a problemas de la administración de justicia: arbitrajes, métodos alternativos para resolver controversias, registros privados y otras formas de coadyuvancia en la vida antes reservada al Estado y a sus poderes; por otra parte, una mayor resistencia del Estado a permitir el imperio de las libertades ciudadanas, por causas de seguridad, soberanía, delincuencia organizada y combate al terrorismo y al narcotráfico. Evidentemente, ambas tendencias son incompatibles y forman parte de la tensión a la que estamos sometidos los ciudadanos todos los días. Sin embargo, debe existir un punto medio o por lo menos es obligación de ciudadanos y autoridades encontrarlo. Un espacio de convivencia en el que los particulares podamos, al amparo de la ley, contribuir a la mejor marcha del derecho y de las relaciones de igualdad entre todos y por el otro, la adaptación del Estado a una realidad que parece superarlo por momentos, pero que es su obligación dominar sin invadir los derechos de los ciudadanos. Estas situaciones seguirán evolucionando y no es fácil vislumbrar a dónde nos van a dirigir. En cualquier caso, hay algunas que deben estar presentes si queremos que el Estado siga sirviendo a los ciudadanos, sea responsable, garantice nuestra seguridad y sea respetuoso de nuestros derechos. Sin importar qué tanto avancen los ciudadanos en su coadyuvancia con las tareas del Estado, a través de concesiones, permisos o arreglos jurídicamente válidos, ello no puede convertirse en una abdicación del Estado de sus obligaciones y debe estar presente siempre, para sancionar lo que los ciudadanos hacemos si asumimos responsabilidades o actividades que impactan en la vida colectiva. Dejar pasar y dejar hacer ha sido una mala fórmula que sólo conduce a la desigualdad y la inequidad. Por otra parte, cuando vemos cómo estamos rodeados de cámaras de seguridad, que los videos no ayudan a solucionar problemas y sí, en cambio, aumentan la histeria y la aprensión colectivas, las larguísimas horas en las áreas de seguridad de los aeropuertos, si ya los espacios de libertad se van limitando cada vez más hasta quedar irreconocibles, todo ello sin encontrar soluciones satisfactorias a los problemas, podemos preguntarnos si en realidad lo que hace falta no es un cambio de mentalidad en el Estado y si en realidad quienes gobiernan no deberían preguntarse más por las causas de la violencia que por la simple apariencia de sus consecuencias. Tal vez ese sería el mejor inicio de un cambio.

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