La UNAM ha cumplido cien años de vida, aunque sus antecedentes son aún mayores pues se remontan a los tiempos de la Colonia. Por lo que se refiere al pensamiento político, éste se expresó primero en las cátedras de teología. Siglos después la teología como objeto de estudio emprendería su proceso de secularización convirtiéndose en jurisprudencia, y posteriormente emergería filosofía y letras de aquella misma simiente.
Desde aquellos primeros tiempos se enseñaba que el consentimiento de los gobernados era el soporte de la gobernabilidad, así, sin adjetivos. Ello porque, según las teorías del Estado surgidas de la escuela de Salamanca y de Coimbra en los siglos XVI y XVII, respectivamente con Vitoria y Suárez, los gobernados podían delegar su gobierno en una sola persona, en unos cuantos o en un gobierno de muchos, siendo la monarquía, la aristocracia y la democracia formas de gobierno igualmente legítimas. En otros centros de estudios superiores, contemporáneos al ascendiente institucional de la UNAM, que existían en la Colonia como en lo que hoy es San Cristóbal de las Casas, en mi estado de Chiapas; en Guanajuato; en Michoacán; en Yucatán, se reproducía el mismo pensamiento sobre el origen legítimo del poder político basado en ideas de un derecho natural cuya teoría se ocupaba tanto del derecho natural de los hombres individualmente considerados como del derecho natural de los pueblos.
El derecho natural de los pueblos a delegar el poder de gobernar sobre una persona, unos cuantos o muchos tenía la condición de que el detentador del poder debía respetar el contrato social existente entre gobernantes y gobernados. Si éste se fracturaba, el pueblo podía reasumir su soberanía o derecho de gobierno, es decir, la fractura del contrato social daba sustento al derecho a la revolución. Estas ideas se pusieron en práctica en la Independencia y nuevamente en la Revolución. Sus huellas son claramente visibles en nuestros documentos constitucionales y en los planes revolucionarios. Pero también en el movimiento del 68, que pugnaba por la apertura del sistema político. Varios de sus líderes contribuyeron a la reconfiguración del sistema político, como también los que, formados en la misma casa de estudios, trabajaron en la construcción del remozamiento de nuestras instituciones públicas desde el gobierno.
La filosofía sobre el poder político desde siempre ha estado presente en la UNAM y se sigue cultivando hasta el día de hoy en sus derivaciones más modernas. Desde luego otras doctrinas han enriquecido el abanico de la filosofía del poder político, como el positivismo. Hans Kelsen, uno de los grandes constructores teóricos del derecho del Estado, tuvo en la UNAM su punto de apoyo para influir a través de la enseñanza en la formación de generaciones de abogados mexicanos y de América Latina, particularmente de Centroamérica, que venían a formarse en nuestra Universidad.
El pensamiento crítico, la pluralidad y la excelencia académica han sido su mayor fortaleza. Justo Sierra, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Mario de la Cueva, son prestigios que, entre otros, pueblan el panteón de nuestra universidad, y que prueban la excelencia académica y el pluralismo político que se ha cultivado en nuestra máxima casa de estudios, orientada a la resolución de los problemas nacionales. A ello ha contribuido también el liderazgo de los rectores de la UNAM, particularmente los del pasado siglo XX y esta primera década. Sin mayor ruido, su proceso de elección de la UNAM post 2000 ha probado su idoneidad para mantener y acrecer el prestigio de nuestra Universidad en el mundo.
Muchos somos los que debemos nuestra formación humanista a la UNAM, y a los hombres y mujeres que con su esfuerzo cotidiano enseñan en sus aulas. En este centenario, recuerdo con gratitud a mis maestros de la Facultad de Derecho que también contribuyeron a la grandeza de mi Universidad: destaco a Mario de la Cueva en Derecho Constitucional, Jesús Reyes Heroles en Teoría del Estado, Andrés Serra Rojas en Derecho Administrativo, Rafael Preciado Hernández en Filosofía del Derecho, Ernesto Gutiérrez y González en Derecho Civil y Agustín Bravo González en Derecho Romano.
Una felicitación y un saludo afectuoso a su muy digno Rector, Dr. José Narro Robles.
Desde aquellos primeros tiempos se enseñaba que el consentimiento de los gobernados era el soporte de la gobernabilidad, así, sin adjetivos. Ello porque, según las teorías del Estado surgidas de la escuela de Salamanca y de Coimbra en los siglos XVI y XVII, respectivamente con Vitoria y Suárez, los gobernados podían delegar su gobierno en una sola persona, en unos cuantos o en un gobierno de muchos, siendo la monarquía, la aristocracia y la democracia formas de gobierno igualmente legítimas. En otros centros de estudios superiores, contemporáneos al ascendiente institucional de la UNAM, que existían en la Colonia como en lo que hoy es San Cristóbal de las Casas, en mi estado de Chiapas; en Guanajuato; en Michoacán; en Yucatán, se reproducía el mismo pensamiento sobre el origen legítimo del poder político basado en ideas de un derecho natural cuya teoría se ocupaba tanto del derecho natural de los hombres individualmente considerados como del derecho natural de los pueblos.
El derecho natural de los pueblos a delegar el poder de gobernar sobre una persona, unos cuantos o muchos tenía la condición de que el detentador del poder debía respetar el contrato social existente entre gobernantes y gobernados. Si éste se fracturaba, el pueblo podía reasumir su soberanía o derecho de gobierno, es decir, la fractura del contrato social daba sustento al derecho a la revolución. Estas ideas se pusieron en práctica en la Independencia y nuevamente en la Revolución. Sus huellas son claramente visibles en nuestros documentos constitucionales y en los planes revolucionarios. Pero también en el movimiento del 68, que pugnaba por la apertura del sistema político. Varios de sus líderes contribuyeron a la reconfiguración del sistema político, como también los que, formados en la misma casa de estudios, trabajaron en la construcción del remozamiento de nuestras instituciones públicas desde el gobierno.
La filosofía sobre el poder político desde siempre ha estado presente en la UNAM y se sigue cultivando hasta el día de hoy en sus derivaciones más modernas. Desde luego otras doctrinas han enriquecido el abanico de la filosofía del poder político, como el positivismo. Hans Kelsen, uno de los grandes constructores teóricos del derecho del Estado, tuvo en la UNAM su punto de apoyo para influir a través de la enseñanza en la formación de generaciones de abogados mexicanos y de América Latina, particularmente de Centroamérica, que venían a formarse en nuestra Universidad.
El pensamiento crítico, la pluralidad y la excelencia académica han sido su mayor fortaleza. Justo Sierra, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Mario de la Cueva, son prestigios que, entre otros, pueblan el panteón de nuestra universidad, y que prueban la excelencia académica y el pluralismo político que se ha cultivado en nuestra máxima casa de estudios, orientada a la resolución de los problemas nacionales. A ello ha contribuido también el liderazgo de los rectores de la UNAM, particularmente los del pasado siglo XX y esta primera década. Sin mayor ruido, su proceso de elección de la UNAM post 2000 ha probado su idoneidad para mantener y acrecer el prestigio de nuestra Universidad en el mundo.
Muchos somos los que debemos nuestra formación humanista a la UNAM, y a los hombres y mujeres que con su esfuerzo cotidiano enseñan en sus aulas. En este centenario, recuerdo con gratitud a mis maestros de la Facultad de Derecho que también contribuyeron a la grandeza de mi Universidad: destaco a Mario de la Cueva en Derecho Constitucional, Jesús Reyes Heroles en Teoría del Estado, Andrés Serra Rojas en Derecho Administrativo, Rafael Preciado Hernández en Filosofía del Derecho, Ernesto Gutiérrez y González en Derecho Civil y Agustín Bravo González en Derecho Romano.
Una felicitación y un saludo afectuoso a su muy digno Rector, Dr. José Narro Robles.
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