jueves, 22 de septiembre de 2011

COALICIONES

JOSÉ WOLDENBERG

1.En un régimen parlamentario si un partido político logra la mayoría absoluta de los escaños puede gobernar en solitario. Si ello no sucede, si ninguna fuerza tiene esa mayoría -por lo general- está obligada a pactar con otras, hasta construir una coalición con los votos necesarios para nombrar gobierno. Dado que el gobierno surge del parlamento se necesita contar con un apoyo mayoritario para serlo.
2. En un régimen presidencial (por lo menos en el "clásico"), el gobierno surge en un proceso paralelo al del Poder Legislativo. Las elecciones pueden ser el mismo día -como en nuestro caso- pero la legitimidad y legalidad del Presidente es independiente de la correlación de fuerzas que exista en el Congreso.
3. En ambos casos, sin embargo, la aritmética democrática es sencilla e inclemente. En el parlamentarismo si no existe la mayoría hay que construirla a través de la negociación; y en los regímenes presidenciales si el titular del Ejecutivo y su partido tienen los votos suficientes como para hacer avanzar sus iniciativas, pueden gobernar en solitario; y si no, también están obligados a negociar con otros para aprobar leyes, el presupuesto o cualquier otra medida que reclame el apoyo congresual.
4. La anterior retahíla, digna de Perogrullo, la aprendimos en la práctica en México a partir de 1997, fecha en la que por primera vez el PRI no obtuvo los suficientes asientos en la Cámara de Diputados para hacer su voluntad. De entonces a la fecha, cada modificación constitucional, cada reforma legal, cada presupuesto, cada comisión, han sido fruto del diálogo, la negociación y el acuerdo; es decir, producto de coaliciones legislativas.
5. No obstante, la formación de coaliciones ha tenido una característica: han sido circunstanciales, efímeras, volátiles. Se forjan en torno a puntos específicos, incluso para aprobar paquetes definidos, y luego se deshacen. Se trata de una imposición de la siempre imperfecta realidad que ha obligado a todos a dejar atrás las artes del exorcismo para adentrarse en el tortuoso y lento camino que impone escuchar y acordar con los que no piensan igual. Hemos estado transitando, quizá sin ser plenamente conscientes, del reino de la necesidad al de la virtud.
6. Sin embargo, esa obligación de negociar para convenir, que genera coaliciones puntuales, a muchos no les gusta. Es más, ven en el pluralismo equilibrado que habita el Congreso la traba para llevar adelante las "reformas necesarias", como si las mismas fueran las tablas de una ley incontrovertible, y lo único necesario fuera remover "los obstáculos" para ofrecerles cauce.
7. En los últimos meses hemos sido observadores de una ola de opinión, forjada en la academia, el periodismo y la política, que pretende construir una mayoría en el Congreso, aunque ni los votos ni su traducción en escaños, arrojen ese resultado. Son todos aquellos que con diversas fórmulas pretenden convertir a una mayoría relativa de votos (menor al 50 por ciento) en una mayoría absoluta de escaños (más del 50 por ciento).
8. En ese contexto, la iniciativa presentada por el senador Beltrones, apoyada por los coordinadores del PRD y el PAN, tiene sentido: hace visible y lleva a la Constitución la posibilidad de construir gobiernos de coalición. Según la iniciativa, la conformación de un gobierno de coalición sería opcional para el Presidente, el cual estaría obligado a presentar ante las Cámaras, para su observación, las políticas convenidas; además que estaría obligado a presentar ante el Senado, para su ratificación, a los integrantes de su gabinete. El Presidente, o éste a través del secretario de Gobernación, podrían presentar iniciativas, informes y responder preguntas ante el Congreso, por decisión propia o por requerimiento de las Cámaras.
9. Es de presumirse que el gobierno de coalición sería negociado con antelación para construir una plataforma mayoritaria en el Congreso. Y para ello sería necesario acordar las políticas y la conformación del gabinete. De ser así, la aprobación del gabinete y la de las políticas contaría con los votos necesarios para ser ratificados. Lo más importante de la propuesta es que asume que cuando no se cuenta con la mayoría en el Congreso, es necesario edificar coaliciones estables a través de las artes de la política.
10. Por supuesto, un Presidente podría hacer lo que aparece en la iniciativa, sin tener que reformar el texto constitucional, pero como suele decirse en estos casos, "lo que no mata engorda".
11. Poco a poco se abre paso la convicción de que la pluralidad equilibrada que hoy habita en las instituciones del Estado es el fruto maduro del proceso democratizador, y que tratar de exorcizarla no es más que un ensueño conservador o peor aún, una iniciativa para ajustar al México diverso y contradictorio en el que vivimos a un esquema artificial y del pasado. ¿No habrá llegado entonces la hora de discutir en serio un eventual tránsito al parlamentarismo? Digo, aunque solo sea como un lujo intelectual.

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