jueves, 22 de septiembre de 2011

EL REGRESO DEL AUTORITARISMO

MIGUEL CARBONELL

La recientemente aprobada reforma al artículo 373 del Código Penal de Veracruz para evitar “perturbaciones sociales” propiciadas por cualquier medio es un poderoso signo que pone en evidencia el afán de censura de muchos gobiernos, pero que además refleja una fibra más profunda del imaginario social mexicano. Luego de décadas de vivir bajo gobiernos autoritarios, tal parece que nos hemos acostumbrado a que nuestras libertades sean cercenadas sin que contra ello podamos hacer nada.
No se trata de un actitud que afecte únicamente a quienes desempeñan cargos públicos. Por desgracia, es un rasgo que está bien distribuido entre el conjunto de la sociedad mexicana. Nadie puede llamarse a engaño: la nostalgia del autoritarismo todavía vive entre nosotros.
El Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM acaba de dar a conocer la Segunda Encuesta de Cultura Constitucional, levantada a nivel nacional conforme a una metodología científica avalada internacionalmente para este tipo de ejercicios de medición de la opinión pública. Los resultados son aterradores y deberían de llevarnos a reflexionar con detenimiento sobre el desarraigo que existe entre los mexicanos de los hábitos democráticos más elementales.
La encuesta refleja que estamos envueltos en el desánimo. El 39% piensa que la situación del país el próximo año será peor y un 14% adicional considera que será igual de mala. La situación política del país es calificada como “preocupante” por el 45% de los mexicanos y un 24% la ve como “peligrosa”.
De ahí deriva, probablemente, un marcado desinterés por todo lo que tiene que ver con la política. El 40% señala que no le interesa “nada” lo que se discute en el Congreso de la Unión. Parece ser una actitud impropia de ciudadanos de un país que acaba de conquistar la democracia hace muy pocos años.
Pero quizá se trata más bien de que no hemos podido construir una ciudadanía que de verdad lo sea y se conduzca como tal. Un apabullante 59% de los mexicanos considera que la obediencia y el respeto a la autoridad son los valores más importantes que un niño debe aprender. Un 43% señala que los problemas sociales se resolverían si pudiéramos deshacernos de las personas inmorales; es decir, cuatro de cada 10 mexicanos asumen una actitud parecida a la de los nazis en contra de los judíos y de los homosexuales.
La legalidad no suscita ninguna adhesión fervorosa por parte de los mexicanos. Un 33% considera que un líder fuerte puede hacer más por el país que todas las leyes juntas. La vieja querencia por el tlatoani no ha desaparecido para ese grupo importante de la población nacional.
En el mismo rubro del apego a la legalidad, la encuesta nos informa que el 35% sostiene que el gobierno debe dejar circular a los taxis sin placas y un 58% está de acuerdo en que el propio gobierno otorgue permisos a los vendedores ambulantes.
Por si lo anterior fuera poco, la encuesta revela actitudes francamente despóticas por parte de algunos mexicanos. Por ejemplo, un 32% está de acuerdo en que se torture a un narcotraficante para que proporcione información a la policía. Un 31% está de acuerdo en que las fuerzas del orden maten a un miembro de la delincuencia organizada, aunque lo puedan detener y entregar a un juez. No cabe sorprenderse de que, en este contexto social, las autoridades se propasen una y otra vez sin que haya un enérgico llamado al orden por parte de los superiores ni (mucho menos) por parte de la ciudadanía.
Los intentos de censurar las redes sociales (como en el caso de Veracruz y de alguna peregrina iniciativa presentada en el Congreso de la Unión), de acallar las voces críticas, de combatir a la delincuencia sin observar la más mínima formalidad constitucional y muchas otras formas de atropello a nuestros derechos son en realidad una proyección masiva e institucionalizada de la forma de ser de una sociedad que es democrática solamente en la fachada, pero que no ha interiorizado los principios cívicos más básicos.
Más allá de los discursos oficiales y de los anuncios con que nos bombardean nuestros gobernantes, lo cierto es que el autoritarismo no se ha ido de México. Sigue presente y con ganas de continuar ganando espacios. De nosotros depende dejarlo atrás para dar el salto hacia una sociedad plena y completamente democrática, de la que hoy seguimos lejos.

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