jueves, 15 de septiembre de 2011

EL GRITO Y LOS JUECES

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

El "Grito" lo damos hoy todos los mexicanos, cada quien a su modo, pero hay un grito general que recorre el país, un grito desesperado que sale de la garganta de millones de ciudadanos doloridos, desesperados ante lo ola incontenible de violencia. Lástima que el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no puso el grito en el cielo, ni tampoco lo pondrá esta noche, por la intromisión del Presidente de la República en el área soberana e independiente del Poder Judicial Federal. "¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!", más lo que añada el Presidente en turno alterando la historia en beneficio de su interés político. ¿Y cómo están hoy la patria y la libertad? Deteriorados en grado sumo. La Independencia se forjó en los ideales de la justicia y de la libertad, lo mismo que la Revolución, con la salvedad de que es casi imposible que haya justicia sin libertad. Alexis de Tocqueville, por ejemplo, le dio una importancia excepcional a los jueces en el desarrollo y funcionamiento de la democracia porque garantizan -deben garantizar- el equilibrio entre la libertad y el poder de los gobernantes. Por supuesto que los tres poderes -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- son iguales en este orden de ideas; sin embargo el Judicial es el garante de que la libertad opere mediante el control del poder que gobierna y el respeto a los derechos de los gobernados. A su vez Piero Calamandrei en dos libros fundamentales, "Elogio de los Jueces escrito por un abogado" y "De las Buenas Relaciones entre los Jueces y los Abogados", pondera el papel de los jueces al grado de considerarlos una especie de sacerdotes laicos. ¿Exagera? No en el espacio del ideal jurídico, pero sí en el de la realidad conformada por seres humanos y no divinos. Lo cito con especial interés y en airado tono de protesta por el señalamiento tan injusto e inoportuno que a los jueces hizo el Presidente, pasando por alto el principio constitucional del equilibrio de poderes enunciado con toda claridad en el artículo 49 de la Constitución: "El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial". A mayor abundamiento el abogado Calderón olvidó otro principio básico del Derecho: "Nemo judex sine actor". En efecto, el juez existe porque hay actores, litigantes o abogados, es decir, que las posibles fallas o errores de los jueces van acompañadas de otras en las que incurren los abogados. Calamandrei lo explica mejor. "Los poderes del juez instructor -escribe-, por amplios que sean, no serán, pues, utilizados sin el control y sin la cooperación moderadora de los abogados" ("De las Buenas Relaciones entre los Jueces y los Abogados"). Lo que pasa es que el Presidente únicamente dirigió sus baterías a los jueces. Ignora u olvidó la naturaleza del procedimiento contradictorio. Y olvidó también que el juez es controlado (comprobado, inspeccionado) por la misma ley. He allí los recursos con los que se impugnan sus resoluciones, fallos y sentencias; he allí el Consejo de la Judicatura y el mismo Código Penal (Federal) en su Título Décimo que tipifica los delitos cometidos por servidores públicos. Lo que demuestra que los jueces no tienen por qué ser regañados ofensiva y arbitrariamente por el Presidente de la República, ya que la Constitución y las leyes que de ella emanan cuentan con los instrumentos legales suficientes para supervisar y examinar el ejercicio de su función. Acoto entre paréntesis que es muy grave que en el poder público se suponga que las consignaciones del Ministerio Público ante la autoridad judicial son equivalentes a una especie de sentencia, o sea, que basta y sobra con que lo diga el Ministerio Público para que sea verdad. Suposición que implica un abuso de poder y una tergiversación de la responsabilidad ministerial porque el juez debe calificar, aceptar o rechazar en ejercicio de su exclusiva facultad de prudente arbitrio lo hecho por el Ministerio Público, aunque a muchos pueda parecer impecablemente trabajado.
En conclusión, al "grito" del Presidente se sumará esta noche, lo sepa él o no, lo quiera saber o no, el de millones de mexicanos casi sofocados por la angustia, el temor, la rabia, la desilusión. Faltará un grito por supuesto, el de un Poder, el Judicial, agraviado en ofensa al Estado de Derecho en México. Yo tengo la convicción de que nosotros los ciudadanos -y con mayor razón si somos abogados- debemos darlo en tono bien alto. ¡Y gritarlo!

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