jueves, 8 de septiembre de 2011

EL INFORME PRESIDENCIAL, A EXÁMEN

CIRO MURAYAMA RENDÓN

A propósito del Quinto Informe de Gobierno, el presidente Calderón ofreció su propia visión del estado del país; para evitar que ese discurso sea sólo un monólogo, conviene revisar sus cifras, afirmaciones y omisiones. Lo hago en cinco temas de materia económica y social
Cobertura universal en salud. Sostuvo el titular del Ejecutivo: “en los últimos 10 años aumentamos la cobertura de 45 millones de mexicanos a más de 100 millones, el número de personas cubiertas por algún esquema de salud pública”. No obstante, los resultados del Censo de 2010 que levantó el INEGI arrojan una cifra de afiliación mucho menor. De acuerdo con el Censo, a mediados del año pasado todavía 37 millones de mexicanos carecían de acceso a servicios de salud. Aun si se considera que el Seguro Popular ha hecho un gran esfuerzo de afiliación en el último año, aún hay una diferencia de por lo menos 25 millones de mexicanos. La disonancia con las cifras del Censo se conoce desde hace meses, ¿no debería el gobierno explicar a qué se debe la enorme disparidad?, ¿no era el viernes una buena oportunidad para que se aclarara esta diferencia que cuestiona lo que se anuncia como el mayor avance social del sexenio?
Derecho a la alimentación. Dijo el Presidente: “La política social se ha enfocado a que los mexicanos puedan hacer realidad los derechos sociales que ha marcado la Constitución, (…) Hoy estamos convirtiendo muchos de esos derechos en realidad”, entre ellos “el derecho a la alimentación”. De nuevo es necesario consultar las cifras oficiales. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social dio a conocer apenas el mes pasado, en la última medición de la pobreza en México, que entre 2008 y 2010 aumentó en 4.2 millones el número de mexicanos con carencia en el acceso a la alimentación, hasta alcanzar un total de 28 millones de habitantes, es decir, la cuarta parte de la población. Los datos oficiales revelan exactamente lo contrario a lo que sostiene el Ejecutivo.
Infraestructura. En este tema central para activar el crecimiento, Calderón da cuenta de un esfuerzo sin precedentes para alcanzar “una cifra histórica” en reparación y construcción de carreteras, y señala el logro de haber terminado “la reconfiguración de la refinería de Minatitlán”. No obstante, desde 2008 el Presidente señaló que “en infraestructura para la refinación del crudo, las acciones se dirigen a incrementar la capacidad de proceso, con la (…) construcción de una nueva refinería”, a la fecha no se coloca siquiera la primera piedra de la que se pensó como la mayor obra del sexenio. En cambio, la principal inversión en infraestructura la realiza el gobierno de la ciudad de México con la construcción de la Línea 12 del Metro.
Competitividad. El Presidente afirmó, con razón, que “un elemento clave del bienestar social es el crecimiento económico”, y que el país “requiere construir una economía competitiva que genere los empleos que tanto necesitamos”. Pues bien, los avances que se pueden conseguir en competitividad en el corto plazo dependen en buena medida del manejo de la política cambiaria: si el peso es caro, nuestros productos perderán competitividad en los mercados internacionales; con cierta subvaluación de la moneda, se gana competitividad. El caso es que el Presidente, tan enérgico en su crítica al Poder Judicial, no tuvo una sola reflexión sobre el papel del autónomo Banco de México, cuya política de sobrevaluación del peso merma la capacidad de crecimiento económico.
Reforma fiscal. México sigue siendo un país de muy débil recaudación fiscal, por lo que el sector público tiene un escaso margen de acción para hacer frente a los desafíos sociales acumulados y para contar con una política de gasto e inversión capaces de revertir el mal desempeño económico. Aunque continúa siendo prioritario aumentar los ingresos fiscales del Estado, la preocupación por la reforma fiscal ha desaparecido de su discurso. Ni una referencia a cómo fortalecer los ingresos públicos, y eso que sí insistió en otras “reformas estructurales” como la laboral o la de asociaciones públicas y privadas. Recordemos que es a través de la fiscalidad como otros países han revertido la desigualdad, gravando a los sectores de altos ingresos y teniendo políticas efectivamente redistributivas. Pero la redistribución del ingreso tampoco mereció reflexión en la alocución del primer mandatario

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