GENARO DAVID GÓNGORA PIMENTEL
Usted no conoce Ensenada, Baja California, luego tendrá que confiar en lo que voy a platicarle.
Pero ¿es usted ambientalista? Lo pregunto porque me parece que eso puede ser un registro para escuchar lo que tengo, sí, ¡tengo que contar!
Si no es ambientalista de todos modos creo que habrá de sentir una santa rabia, como a mi me pasó al vivir, al ver un espectáculo en la “Playa del Morro”, que se encuentra un monumento antes de llegar a la ciudad y puerto de Ensenada.
Esa playa es una entrada breve, … Tal vez de una milla de largo, con una característica única, no había arena, sino piedras casi redondas de un tamaño apropiado para mantenerlas en la mano, algunas, tal vez, un poco más grandes.
Cuando llegaba una ola, arrastraba las piedras, diría mejor, las empujaba, pero luego bajaba la ola y volvía a llevar las piedras a su lugar. El resultado era un sonido parecido a un RUM, RURR, una y otra vez.
A mí me encantaba ir y tenia la costumbre de tirar piedras al mar, para calentar el brazo. ¡Era un desahogo!
¡Cuántos años habrá llevado al mar producir esas miles de piedras, talladas, redondeadas una y otra vez por un tiempo imposible de calcular!
Era, sí, una maravilla natural. Para sentirla, admirarla fue necesario regresar de nuevo a Ensenada y ver la “Playa del Morro”, ahora sin ninguna piedra, sólo laderas de tierra. Para mí fue como si me hubieran amputado parte de mi cuerpo. Ya no ver ni escuchar el sonido de las olas tallando las piedras, como lo hacían desde tiempos inmemoriales.
Parte de mis memorias de juventud se borraron. ¿Quién permitió que se llevaran de la zona marítima federal, esas piedras? ¿La Procuraduría Federal del Ambiente aprobó esa canallada? ¿A qué lugar fueron a dar esas piedras? Sin duda dejaron una buena ganancia.
Ningún ensenadense se opuso a ese despojo. Nadie lo comentó. A tres mil quinientos kilómetros de la capital del país se da, se siente, un sentimiento de desprotección, de invalidez ciudadana.
Quien no recuerda en Ensenada la empresa que sacó miles de toneladas de cal de las montañas y llenó a tantas casas de polvo y hecho a perder tantos automóviles. Y todo se permitió porque se decía que alguien muy poderoso estaba aprobando eso.
No estamos acostumbrados a denunciar, ni a preguntar a la autoridad nada. Si lo hace un servidor público bien. No tenemos juicios ciudadanos, ni una prensa inquisitiva y libre, que se ponga a la cabeza de una campaña contra las arbitrariedades del Estado. Necesitamos un cambio.
Tal vez por eso ha pasado en el Estado de Baja California algo de verás espectacular. Recuerdo que en Ensenada todos eran panistas, menos mi mamá. Mi madre votaba por el PRI porque para ella votar por el PAN, era peligroso, pues podrían regresar los sacerdotes católicos al poder y eso no podría soportarlo. Pero, ahora todo cambió, los cinco municipios del Estado son del Partido Revolucionario Institucional, es decir, son PRI.
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