JOHN MILL ACKERMAN ROSE
Enrique Peña Nieto gusta de presumir que ha cumplido con los “compromisos” establecidos al principio de su mandato. No se cansa de presentar la realización de las obras públicas más elementales, cuya construcción es obligación de cualquier mandatario, como si fueran generosos regalos de un líder “eficaz” y “cercano a la gente”. Pero los compromisos que lucieron durante su VI Informe de Gobierno no fueron los que pudiera ofrecer a la ciudadanía mexiquense, sino aquellos que ha establecido con la oligarquía y la clase política dominantes responsables de la actual tragedia nacional.
Peña Nieto se negó a acudir al Congreso del Estado de México para rendir su informe y exponerse a los cuestionamientos de la oposición. Tampoco permitió la entrada al acto celebrado en el teatro Morelos de ningún ciudadano común, o con vestimenta que pudiera desentonar o interrumpir el espectáculo mediático producido por Televisa. Todos los hombres se vistieron de negro, la mayoría con corbatas rojas, y las damas con vestidos conservadores y sobrios. Se impusieron la lógica autoritaria de la uniformidad y las alabanzas por encima de la democracia y la pluralidad.
En su discurso, Peña Nieto habló de la necesidad de transitar de una democracia “exclusivamente electoral” a una que “dé resultados y construya acuerdos”, como si el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no fuera directamente responsable de la crisis nacional actual. Habría que recordar que el PRI gobierna la mitad de los estados de la República, incluyendo algunos de los más violentos, como Tamaulipas, Chihuahua, Nuevo León y Durango. El estado de descomposición que existe en el país surge no solamente de la ineptitud de Felipe Calderón, sino también de la total inefectividad institucional que se ha manifestado en aquellas entidades.
El viejo partido de Estado domina además la Cámara de Diputados desde 2009, donde ha impuesto una lógica autoritaria e intolerante. De la bancada del PRI surgió la nueva propuesta de Ley de Seguridad Nacional, que busca imponer nada menos que un Estado policiaco-militar represivo en todo el país (aquí mi análisis: http://www.proceso.com.mx/?p=268592). El PRI impulsa igualmente la propuesta de “reforma política” de Peña Nieto, que pretende resucitar los tiempos autoritarios con una nueva “cláusula de gobernabilidad” que eliminaría la voz de la oposición política en la Cámara de Diputados. El PRI también es el principal responsable de la falta de acuerdo sobre los nuevos consejeros electorales del IFE, algo que pone en riesgo la validez de las próximas elecciones presidenciales (ver mi comentario sobre el tema: http://www.proceso.com.mx/?p=270859). Y todo esto sin mencionar el aval del PRI a los proyectos de reforma a la Ley Federal de Trabajo y de la nueva Ley de Asociaciones Público-Privadas presentados por Calderón.
La idea de que uno de los problemas centrales de la política actual sea la falta de “acuerdos” es también palmariamente falsa. La razón del contundente fracaso de la “alternancia” en los últimos 11 años no es la falta de acuerdos, sino el exceso de los mismos con los factores reales de poder. Los gobiernos del PAN han destacado precisamente por su exagerada disposición para pactar con Televisa, el gobierno estadunidense, la Iglesia católica, el SNTE, El Chapo Guzmán, los grandes monopolios empresariales, y el mismo viejo partido de Estado. Vicente Fox y Calderón han encabezado gobiernos de “unidad” que han incorporado de manera muy “eficaz” todas las grandes mafias e intereses poderosos del país. El problema central no ha sido la ausencia de pactos y acuerdos, sino el hecho que éstos han dejado fuera a la ciudadanía.
Queda claro que un eventual gobierno federal encabezado por Peña Nieto implicaría una absoluta continuidad con el fallido gobierno de Calderón. En el sexto informe de Peña Nieto estuvieron en primera fila todos los señores y señoras que actualmente gobiernan el país y que se frotan las manos pensando en las nuevas oportunidades que se abren para ellos con su eventual victoria en los comicios presidenciales. Diego Fernández de Cevallos, Elba Esther Gordillo, Televisa, Manlio Fabio Beltrones y Javier Duarte, represivo gobernador de Veracruz, así como los representantes de la burocracia eclesial y las cúpulas de las empresas monopólicas del país, todos estuvieron presentes.
El contraste entre el derroche financiero para el espectáculo mediático del informe y las calles destruidas y casas inundadas de Cuautitlán, Tlalnepantla, Atizapán y otros municipios es un abierto insulto a la inteligencia ciudadana y a cualquier sentido de ética. El contraste entre las cifras maquilladas presentadas por Peña Nieto en materia de seguridad pública y la escandalosa actuación de sus procuradores de justicia en los casos de Paulette y el poeta Bartolomé, así como el aumento de los feminicidios y la violencia en el Estado de México, son otro insulto a la sensibilidad humana. El abismo entre el supuesto “desarrollo” que el gobernador saliente habría llevado al estado y el aumento real de la pobreza y marginación en la entidad es una burla más para los habitantes de la demarcación.
El colofón de todo es que Peña Nieto dejará el poder el jueves 15 de septiembre y seguirá gozando de los recursos públicos. Eruviel Ávila le debe todo a Peña Nieto, y seguramente no dudará en facilitarle al exgobernador “cualquier cosa que se le ofrezca” en su búsqueda de la Presidencia. Asimismo, estudios recientes sobre la utilización del gasto público en el Estado de México, como el de José Guadalupe Luna Hernández, demuestran que durante la gestión de Peña Nieto se “gastaban” cada año decenas de millones de pesos sin que hubiera evidencia alguna de su utilización en obras o servicios públicos. Es decir, existe una especie de hoyo negro en las finanzas públicas del Estado de México, por donde se han fugado grandes cantidades de dinero que muy probablemente serán utilizadas para apuntalar la campaña hacia la Presidencia. Habría que hacer votos para que la ciudadanía no caiga en el engaño y sepa distinguir el perfil del dinosaurio que se esconde atrás del copete.
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