RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS
En su mensaje del viernes pasado, desde Los Pinos, el Presidente Calderón dijo que "estamos enfrentando a verdaderos terroristas" (a ver cómo lo dice o repite esta noche), para añadir inmediatamente: "¡Déjennos hacer nuestro trabajo, dejen a un lado la mezquindad política y los intereses que buscan frenar a las fuerzas federales para obtener un lucro mediático o político!". La verdad es que generalizó porque habemos millones de mexicanos que sin estar de acuerdo con su "guerra" ni con su "estrategia" para combatir a la delincuencia organizada y al narcotráfico, no somos mezquinos políticamente hablando ni tampoco tenemos intereses para buscar un lucro mediático o político. Simple y llanamente, lo cual ya es mucho, somos ciudadanos, electores, gobernados, absolutamente inconformes con lo que pasa y con lo que él hace, sin cuestionar su posible buena fe o convicción personal que por supuesto no compartimos. Y en nuestra calidad de ciudadanos electores y gobernados queremos que el Congreso de la Unión intervenga inmediatamente y llame al Presidente para que explique los términos y alcances de su política en seguridad pública. Es lo menos que deben hacer nuestros representantes, porque lo contrario es ser omisos y dejar toda la responsabilidad en las manos de quien con enorme dificultad, y a nuestro ver de forma equivocada, conduce la nave de la República. Omisión muy "cómoda" y electorera. Sin embargo yo sostengo que en el Congreso se podría llegar a un punto de acuerdo, salvo que los legisladores hayan sido privados de la vista. ¿Cuál? El de que no se logra vencer ni derrotar a la delincuencia organizada, a pesar del optimismo extraño de un Poiré que interpreta a su manera al Presidente. Y digo extraño porque lo es sin duda pedir unidad en vez de "pleitos políticos". ¿Unidad en el error, en la estrategia desastrosa, sin la más mínima concesión para siquiera revisarla, sopesarla y acordar lo conducente? Fox habla de tregua y de amnistía. Tampoco, y mucho menos si las propone al mismo tiempo que "restablecer medidas ejemplares contra el crimen". O sea, te sugiero que aceptes mi perdón y olvido, aunque te castigaré con el máximo rigor. Y en lo tocante a su señalamiento de reinventar y reformar las instituciones de seguridad y justicia, ¿creerá acaso que es suficiente? ¡A mi juicio no es cosa de instituciones sino de hombres, a los que no podemos reinventar pero sí reformar! Lo desconcertante es su sugerencia de "llamar a un grupo de expertos en el tema, en el contexto internacional, que aporte ideas y soluciones". ¡Ah, caray! Con tal de que no sean "expertos" estadounidenses... Además, ¿por qué? ¡Como si en México no tuviéramos gente altamente capacitada en la materia! ¿Y nuestras universidades, y la propuesta reciente de la UNAM? En fin. Por su parte la llamada iniciativa privada pide aprobar la nueva Ley de Seguridad Nacional "para dar mayor certidumbre a la intervención de las Fuerzas Armadas". Petición en la que se olvida que primero habría que reformar la Constitución, de la que depende ciento por ciento una ley secundaria.
En conclusión, se habla mucho, hablamos mucho, olvidando lo fundamental. En vez de extraviarse en la profundidad y obscuridad del bosque, arrastrando hojarasca de ideas y conceptos, hay que poner la atención en algo concreto, concretísimo, a saber, la estrategia del gobierno en su lucha contra la delincuencia organizada y el narcotráfico. ¿Ha resultado? ¿Es eficaz? ¿En qué se apoya? Y revisar sus cimientos constitucionales y legales, ya que es inconcuso que tal estrategia, aún siendo un error, no es el resultado de un capricho. Detrás de ella hay reformas constitucionales -pésimas- y leyes secundarias. En otros términos, ¿se va por buen camino? Esto es lo principal. Y no perder de vista que el Presidente y el gobierno están convencidos de ir por buen camino. Calderón, Poiré, etcétera, etcétera, lo reiteran una y mil veces. Por eso, precisamente por eso, el Congreso debe pedirle al Presidente que explique su política de seguridad, que se ha vuelto de inseguridad terrible. Pedírselo a él, directamente a él, y no a pseudo personalidades secundarias. Ese sería el mejor homenaje, si en las condiciones actuales se puede hablar de homenaje, a los que han perdido la vida y a sus deudos.
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