lunes, 5 de octubre de 2009

BAJAR EL SWITCH

DENISE DRESSER GUERRA

Luz y Fuerza del Centro presenta síntomas de un arreglo político insostenible, de una relación corporativa cada vez más costosa y de un acuerdo que mantiene privilegios sindicales ordeñando las ubres estatales
Llueve y se va la luz. Sopla el viento y se va la luz. Se cae un árbol y se va la luz. Hay un pleito entre el sindicato y el Gobierno y se va la luz. Pero eso sí, a pesar del servicio errático, la cuenta de Luz y Fuerza del Centro siempre llega de manera puntual y con cobros inexplicables. La empresa emplea a 44 mil personas aunque podría operar con 8 mil 500. Las transferencias y los subsidios gubernamentales para mantenerla funcionando equivalen a dos veces el presupuesto del programa Oportunidades y a 157 por ciento del presupuesto de la UNAM. Síntomas de un arreglo político insostenible, de una relación corporativa cada vez más costosa, de un acuerdo que mantiene privilegios sindicales ordeñando las ubres estatales. Un pacto fundacional que nadie ha querido tocar por la inestabilidad política que el Sindicato Mexicano de Electricistas amenaza con producir. Pues adelante. Convoquemos a su dirigente, Martín Esparza, a marchar, a bloquear, a chantajear y a justificar los privilegios que defiende. Ah, el privilegio de gozar con un contrato colectivo que otorga el ascenso con base en la antigüedad, sin tomar en cuenta el desempeño o la capacitación. El privilegio de que un trabajador no tenga que ponerse al corriente aunque se haya ausentado del trabajo. El privilegio de que el tiempo de traslado y viajes por "asuntos sindicales" se compute como trabajo efectivo. El privilegio de que las causales de despido por pérdida de confianza no puedan ser aplicadas al personal sindicalizado. El privilegio de recibir, en especie o en efectivo, el equivalente a 350 kilowatts por hora por mes. El privilegio de manejar de manera discrecional las cuotas sindicales. Estos beneficios y tantos más. Premios otorgados al margen de la productividad; recompensas que han ido minando la competitividad. Ejemplos de un sindicato que promovió la ineficiencia y de un gobierno que la permitió. Creando así una compañía quebrada y un sindicato beligerante; una empresa que se come recursos públicos y una cúpula sindical que se ha enriquecido con ellos; un Gobierno que quiere cobrar más impuestos para ayudar a los pobres, pero continúa financiando a paraestatales que los expolian. Carretadas de dinero público, año tras año para "préstamos de habitación", "becas escolares", "desarrollo de facultades artísticas", "reubicación de plazas laborales", "primas vacacionales" y "delfinoterapia" para atender a sus enfermos. La opacidad disfrazada de autonomía sindical. La discrecionalidad encubierta con el discurso de los derechos adquiridos. Por ello hay que retar a Martín Esparza a que cumpla con su palabra; a que encabece una movilización frente a Los Pinos si no le dan su "toma de nota", a que se vaya a la huelga, a que sus seguidores cierren filas para defender el derecho a la ineficiencia. Porque entonces todos los que hemos pagado el precio de sus privilegios denunciaremos lo que él y sus acólitos han tratado de ocultar. Las irregularidades que su elección evidenció. Las tarifas elevadas que la ineficiencia de la empresa obliga a los consumidores más pobres a pagar. Las deficiencias en el servicio que los ciudadanos hemos tenido que soportar. Una empresa que ha creado más de cuatro mil plazas en los últimos cinco años a pesar de no necesitarlas. Mientras Martín Esparza reclama lo que le quieren quitar, nosotros reclamaremos lo que tenemos derecho a saber: ¿Por qué sindicatos como el SME no declaran las aportaciones gubernamentales recibidas? ¿Por qué no aclaran sus finanzas, sobre todo cuando provienen de nuestros impuestos? ¿Por qué su patrimonio permanece como un secreto cuando está financiado con fondos públicos? ¿Por qué a Luz y Fuerza este año se le transfirieron 40 mil millones de pesos cuando pierde 100 millones de pesos diarios? ¿Por qué los partidos apoyan las demandas de trabajadores sindicalizados, pero ignoran los agravios de ciudadanos exprimidos? ¿Por qué el Gobierno le sigue apostando a la alianza con los grupos corporativos, en vez de construir mayorías con los votos ciudadanos? ¿Por qué no, en lugar de votar un punto de acuerdo para que la Secretaría del Trabajo respete la "autonomía sindical", el Congreso legisla para ayudar a los millones de mexicanos víctimas de Luz y Fuerza del Centro? Al País le urge que alguien, en el Gobierno, se pare del lado de los ciudadanos, en vez de marchar al lado de los electricistas. Le urge que alguien, desde la sociedad, promueva derechos en lugar de proteger prebendas. Le urge que alguien, en los partidos, esté dispuesto a enfrentar intereses organizados para así desatar el crecimiento económico anhelado. México sólo prosperará cuando sea capaz de desterrar los derechos adquiridos y los privilegios establecidos, tanto en el sector empresarial como en el mundo sindical. Ello requeriría colocar la eficiencia por encima de los compromisos políticos. Implicaría defender a los consumidores por encima de los cotos corporativos. Entrañaría, en el caso específico de Martín Esparza y LyF del Centro, desplegar la audacia suficiente para bajarles el switch.

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