lunes, 14 de diciembre de 2009

JUANITO: LAS FORMAS TAMBIÉN EXISTEN

RODRIGO MORALES MANZANARES

El retorno de Juanito a la jefatura delegacional de Iztapalapa ha hecho las delicias de quienes cultivan el género de la comedia. El guión ha sido casi insuperable. Cuando parecía que el singular personaje pasaría a la historia como un chusco recuerdo de los comicios recientes, el hombre de la banda tricolor en la cabeza regresó a la palestra y ha desatado una crisis cuya solución no parece sencilla. Creo que debe empezarse a tomar en serio la comedia en la delegación más poblada de la capital.
Sin duda, el carisma actual de Juanito es en buena medida producto del morbo por su origen como candidato y su condición de delegado electo. Su inolvidable toma de protesta y luego la movilización que hizo posible que ganara los comicios —y con ellos el cargo—, son hechos que llamaron poderosamente la atención. Los arreglos previos empezaron a descomponerse y, sin embargo, antes de que tomara posesión se arribó a un acuerdo político que parecía definitivo.
Pero el personaje regresó. Por cómo fueron creciendo él y la comedia, creo que habrá que repartir diversos costos: para quienes lo encumbraron y montaron el circo de tres pistas con las boletas; para los que desde los medios confeccionaron el carisma de Juanito, y para aquellos que ahora creen que, exacerbando los ánimos y potenciando la crisis, obtienen alguna ganancia política. Lo único que no aparece en el vodevil es el telón de fondo de la comedia: los habitantes de Iztapalapa.
Pero si bien en el reino de las percepciones se activan jugosos resortes para la farsa, en el de las instituciones los eventos son un mal sueño. De pronto, hemos pasado de la gracejada, a recordar que la formalidad también existe. Está claro que no se logrará con movilizaciones o amenazas que el hoy delegado en funciones decline. Para lograrlo habrá que activar diversos expedientes legislativos cuya confección no es sencilla. Algunos abandonaron el seguimiento a los acuerdos originales, dejaron de tomarse en serio al bufón, y otros vieron en ese descuido la oportunidad para desatar una crisis.
No son menores los dilemas formales para colmar los supuestos de ley para removerlo. Acreditar lo atrabiliario, en el reino de las percepciones, es una operación relativamente sencilla; pero documentar la ingobernabilidad en el reino de la formalidad, en cambio, no lo será. Pareciera que el caudillo de la banda tricolor hoy tiene todas las ventajas legales. Y ha tenido tiempo de cosechar aquellas extrañas simpatías que comulgan con el débil, el objeto de burlas, el rebelde y, por otro lado, acaso ese rencor acumulado, ese asilamiento, deba generar una genuina preocupación sobre el futuro inmediato de la delegación.
Entre todos se ha generado un fenómeno político preocupante: Juanito posee cierto carisma, reproduce las consignas contras las mafias y a favor del pueblo bueno y como su mentor, ha sabido victimizarse. A diferencia de a su creador, hoy el entramado legal le favorece. Se ha encarecido el expediente de un nuevo arreglo. Si hace unos meses el alegato de su salud deteriorada resultó inverosímil, era explicable. Hoy casi cualquier causal que se evoque va a resultar poco creíble. Tan se han encarecido las soluciones que el retorno de la delegada en funciones hoy se ve como un escenario lejano. La otra posibilidad (indeseable) es empezar ya a fabricar la ingobernabilidad. Ojalá aparezcan en el horizonte salidas políticas menos costosas. De nuevo: lo que menos parece importar son los pobladores de la delegación. En fin, me parece que el affaire Juanito merece que se tomen las mejores lecciones. La primera, tomar más en serio a la política, de otra suerte, como vimos, la formalidad termina alcanzando a las ocurrencias y genera problemas mayores. Por otro lado, inflamar egos y fabricar carismas, sin duda puede ser un divertimento mediático, pero puede volverse, también, una pesadilla institucional. Y, por último, quienes quieren sacar ventajas políticas de la comedia no son sólo tramoyistas de la farsa, sino cómplices de la tragedia. La comedia, por fortuna (espero), nos recordó que las formas también existen. Ojalá seamos capaces todos de superar esta crisis y tomar las lecciones pertinentes, para no seguir jugando a las ocurrencias.

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