jueves, 19 de noviembre de 2009

EL PENSADOR DEL SIGLO XX

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Cada siglo está marcado por algún hecho, alguna circunstancia que lo hace distinto de los demás, una palabra incluso puede ayudarnos a crear una imagen de un siglo: “ilustración”, “descubrimiento” o “luces” pueden ser buenos ejemplos. Si tratáramos de realizar este ejercicio con respecto al siglo XX, bien podríamos recurrir a la palabra “contradicción”.
El XX fue el siglo en el que la descolonización y la lucha por los derechos civiles pusieron a la palabra igualdad en el centro del vocabulario político, pero también el de los más abyectos genocidios: Auschwitz, Ruanda, Yugoslavia. Es el siglo que liberó las más impresionantes fuerzas de la naturaleza al servicio del hombre, energía limpia, segura e inacabable y al mismo tiempo las más mortíferas armas jamás imaginadas. Tiempo de secularización y liberación de mitos, dogmas y sectarismos, y también de los más primitivos fundamentalismos y de las más absurdas prácticas religiosas. El XX fue el siglo de Sartre y también el de Ruhola Homeini; el XX fue el del Enola Gay y también el de Albert Einstein, Hitler y Luther King, aquél, fue nuestro siglo. Un tiempo entrañable que vio la imagen romántica del Che y padeció vergüenzas procaces personificadas por Idi Amín. Una era, al fin, de la que podemos decir, como Ignacio Ramírez, de la que nos felicitamos por haberla presenciado, aunque fuera como sus víctimas.
Hace apenas unos días falleció uno de los hombres clave para comprender ese tiempo desaforado. En París, igual que en la colección ancestral de cuentos, a los cien años y un año más, como venciendo al siglo, partió Claude Lévi-Strauss. Durante el siglo pasado, muchos intelectuales, montados en la ola de las telecomunicaciones, alcanzaron el grado de celebridades que sólo parecía pensado para algunos líderes religiosos, políticos o artistas, la mancuerna Beauvoir-Sartre, por ejemplo. Lévi-Strauss no es el caso; tal vez por ello su fallecimiento haya causado un revuelo mucho menor a lo que autorizaba a pensar la dimensión de su pensamiento.
Padre del compromiso político social de la intelectualidad, del estructuralismo como mecanismo de comprensión de la realidad, de la etnología como ciencia desarrollada. Fue un hombre con la vista puesta en los marginales de su tiempo, en los del pasado y también en los del futuro. El que supo escribir la “historia de los pueblos que no tienen historia”, refiriéndose a aquellos que ahora estudia la etnología y son los que nunca desarrollaron la escritura, esos que, desde el punto de vista tradicional, están destinados a permanecer fuera de la historia.
Parece que, de acuerdo con otro de los grandes pensadores del siglo XX, al que podríamos ver también como uno de los primeros del XXI, Gilles Lipovetsky, los hombres del presente y los del futuro tenemos que habituarnos a vivir con la idea de la moda como parte de nuestra forma de juzgar la realidad. Si eso es verdad, a la grandeza de Lévi-Strauss, la moda, esa nueva emperatriz, le ha hecho una muy mala jugada.

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