Muy pocos mexicanos, y extranjeros, dudan ya del fracaso parcial o total del modelo político y económico de nuestro país, frente a las abrumadoras evidencias de retroceso e impotencia de este sistema que seguimos sufriendo, que esencialmente no ha cambiado en nada desde la instauración de la dictadura perfecta.
A diario quedamos abrumados por la vergüenza de las estadísticas y las evaluaciones internacionales e internas que nos ubican en los lugares más críticos de la corrupción, que año con año nos hunde más y más; en materia educativa la OCDE no nos deja salir de los últimos sitios, en razón de la incapacidad del modelo educativo oficial y sindical que evidentemente ha fracasado, mientras la economía formal ha tenido el peor desempeño de América Latina.
Para demostrar el más absoluto desprecio a esa realidad, los partidos políticos y el gobierno ratificaron un sistema impositivo retardatario, insensible y absurdo, para después aprobar en tiempos ilegales y violentando la Constitución un Presupuesto de Egresos que les entrega a los gobiernos locales el botín financiero necesario para la compra de votos, eximiéndolos de cualquier control razonable sobre ese gasto.
En el mismo tenor podemos ir recorriendo las distintas áreas temáticas del país, donde los taladores y depredadores del medio ambiente hacen su agosto burlándose de las promesas oficiales de generar una reconstrucción de nuestros bosques y áreas protegidas; en materia de salud las epidemias de la gripa y del dengue, junto con otras enfermedades endémicas, regresan con fuerza o siguen avanzando silenciosamente, sin que las puedan detener con declaraciones y aspirinas; en la seguridad es mejor ya no ahondar, cuando más de 16 mil ejecutados nos señalan la esquizofrenia de un proyecto que multiplica geométricamente su gasto, en razón de las evidencias contundentes de su permanente fracaso; y así podemos seguir analizando los principales ámbitos de la vida pública nacional.
Frente a estos hechos tan ominosos existe una realidad paralela que no se ha querido ver, pero que crece y se multiplica, y que consiste en un México paralelo que se está abriendo paso por sí mismo, en razón del fracaso de quienes no han sabido entender que la política consiste en crear, promover y alentar la prosperidad y la libertad de un pueblo, creyendo que encadenándolo y saqueándolo lo pueden dominar en forma permanente.
Ese México paralelo es el de la economía informal y del ambulantaje, que ya significa más de 65% de muchas de las cadenas productivas y comercializadoras, y que en algunos casos llega hasta 90% de ellas, creando así una fuerza propia e independiente del gobierno y del fisco, que si bien paga el impuesto de la corrupción, éste sólo va a unas cuantas manos y es muchísimo menor que el costo del aplastante aparato oficial.
En las aduanas ocurre algo semejante, en un sistema lateral que permite el ingreso abrumador de productos pirata y de contrabando, que entran y salen de las modernas instalaciones aduanales del país gracias a la sacrosanta corrupción, que se ha multiplicado a pesar de las promesas de las altas burocracias que quieren que sus empleados de los más bajos niveles sean transparentes y honorables para que ellos en la cima de su impunidad puedan ser los únicos saqueadores de nuestra patria.
En ese mismo tenor se ha ido creando un sistema espejo de seguridad y de justicia brutal y despiadado, que lo manejan Los Zetas, las Familias y demás grupos delictivos que se dan el lujo de dar protección, aniquilar a sus enemigos, cobrar impuestos por la seguridad y aplicar “sistemas de justicia brutal”, en los que se quieren trepar cínicamente políticos oportunistas, pero que en realidad operan por cuenta propia para proteger los ámbitos del delito controlado, que antes eran monopolio del gobierno y sus sicarios.
Ese mismo fenómeno de estructuras paralelas realiza construcciones sin permiso, invade terrenos y territorios, utiliza y se roba la luz, el agua, la gasolina y todo lo que sea apropiable en el país, generando ese México paralelo, en el cual, en muchos aspectos, se vive mejor y se prospera con más facilidad, volviendo así al primitivismo elemental de un nuevo Estado que está emergiendo de la corrupción y de la impunidad, que ha producido el sistema que nos aniquila.
Ese nuevo Estado que va creciendo a una velocidad vertiginosa finalmente habrá de sustituir al anterior, si no entendemos la necesidad de un cambio en este modelo, que ya no nos puede dar nada, más que vergüenza, fracaso y anarquía.
A diario quedamos abrumados por la vergüenza de las estadísticas y las evaluaciones internacionales e internas que nos ubican en los lugares más críticos de la corrupción, que año con año nos hunde más y más; en materia educativa la OCDE no nos deja salir de los últimos sitios, en razón de la incapacidad del modelo educativo oficial y sindical que evidentemente ha fracasado, mientras la economía formal ha tenido el peor desempeño de América Latina.
Para demostrar el más absoluto desprecio a esa realidad, los partidos políticos y el gobierno ratificaron un sistema impositivo retardatario, insensible y absurdo, para después aprobar en tiempos ilegales y violentando la Constitución un Presupuesto de Egresos que les entrega a los gobiernos locales el botín financiero necesario para la compra de votos, eximiéndolos de cualquier control razonable sobre ese gasto.
En el mismo tenor podemos ir recorriendo las distintas áreas temáticas del país, donde los taladores y depredadores del medio ambiente hacen su agosto burlándose de las promesas oficiales de generar una reconstrucción de nuestros bosques y áreas protegidas; en materia de salud las epidemias de la gripa y del dengue, junto con otras enfermedades endémicas, regresan con fuerza o siguen avanzando silenciosamente, sin que las puedan detener con declaraciones y aspirinas; en la seguridad es mejor ya no ahondar, cuando más de 16 mil ejecutados nos señalan la esquizofrenia de un proyecto que multiplica geométricamente su gasto, en razón de las evidencias contundentes de su permanente fracaso; y así podemos seguir analizando los principales ámbitos de la vida pública nacional.
Frente a estos hechos tan ominosos existe una realidad paralela que no se ha querido ver, pero que crece y se multiplica, y que consiste en un México paralelo que se está abriendo paso por sí mismo, en razón del fracaso de quienes no han sabido entender que la política consiste en crear, promover y alentar la prosperidad y la libertad de un pueblo, creyendo que encadenándolo y saqueándolo lo pueden dominar en forma permanente.
Ese México paralelo es el de la economía informal y del ambulantaje, que ya significa más de 65% de muchas de las cadenas productivas y comercializadoras, y que en algunos casos llega hasta 90% de ellas, creando así una fuerza propia e independiente del gobierno y del fisco, que si bien paga el impuesto de la corrupción, éste sólo va a unas cuantas manos y es muchísimo menor que el costo del aplastante aparato oficial.
En las aduanas ocurre algo semejante, en un sistema lateral que permite el ingreso abrumador de productos pirata y de contrabando, que entran y salen de las modernas instalaciones aduanales del país gracias a la sacrosanta corrupción, que se ha multiplicado a pesar de las promesas de las altas burocracias que quieren que sus empleados de los más bajos niveles sean transparentes y honorables para que ellos en la cima de su impunidad puedan ser los únicos saqueadores de nuestra patria.
En ese mismo tenor se ha ido creando un sistema espejo de seguridad y de justicia brutal y despiadado, que lo manejan Los Zetas, las Familias y demás grupos delictivos que se dan el lujo de dar protección, aniquilar a sus enemigos, cobrar impuestos por la seguridad y aplicar “sistemas de justicia brutal”, en los que se quieren trepar cínicamente políticos oportunistas, pero que en realidad operan por cuenta propia para proteger los ámbitos del delito controlado, que antes eran monopolio del gobierno y sus sicarios.
Ese mismo fenómeno de estructuras paralelas realiza construcciones sin permiso, invade terrenos y territorios, utiliza y se roba la luz, el agua, la gasolina y todo lo que sea apropiable en el país, generando ese México paralelo, en el cual, en muchos aspectos, se vive mejor y se prospera con más facilidad, volviendo así al primitivismo elemental de un nuevo Estado que está emergiendo de la corrupción y de la impunidad, que ha producido el sistema que nos aniquila.
Ese nuevo Estado que va creciendo a una velocidad vertiginosa finalmente habrá de sustituir al anterior, si no entendemos la necesidad de un cambio en este modelo, que ya no nos puede dar nada, más que vergüenza, fracaso y anarquía.
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