jueves, 7 de enero de 2010

DESDE LA LIBERTAD

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

El presidente del Colegio de Abogados Católicos de México, Armando Martínez Gómez, ha cuestionado severamente la participación de algunos diputados del PRD que votaron a favor de las recientes reformas al Código Civil de la Ciudad de México, mediante las cuales se permite el matrimonio homosexual y la adopción de hijos de parte de personas que lo componen; y al efecto busca coordinarse con distintos grupos de evangélicos y ortodoxos para que participen de tal cuestionamiento. También se le pedirá al Procurador General de la República que con fundamento en la fracción II del artículo 105 de la Constitución interponga una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ya que hay una posible contradicción entre aquellas reformas al Código Civil y la propia Constitución, en mi concepto con su artículo 4º. Esto es verdad y yo coincido jurídicamente hablando con las críticas a los matrimonios homosexuales y a las adopciones de referencia. Sin embargo es criticable la campaña que "Desde la Fe", semanario de la Arquidiócesis de México, se lleva a cabo para no votar por el PRD, razón por la que el dirigente de aquél partido, Jesús Ortega, piensa presentar una denuncia legal. Por cierto, en este sentido es de lamentar que la subsecretaría de Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación no haya hecho nada al respecto porque hay tres artículos constitucionales que se han violado: el artículo 3º en su párrafo tercero que consagra el laicismo en materia educativa, el artículo 24 que consagra la libertad de creencias y el artículo 130 que consagra el principio histórico de la separación de la iglesia (hoy dice "iglesias") y el Estado. En otros términos, la Iglesia Católica y las demás iglesias tienen el derecho de recomendar o prohibir a sus feligreses o miembros que no incurran en el matrimonio homosexual ni en la adopción de la especie; y de fijar obviamente su postura sobre el particular. Pero a lo que no tienen derecho es a pretender influir en todo el pueblo inmiscuyéndose en asuntos de la exclusiva competencia de los poderes públicos. Las reformas al Código Civil de la Ciudad de México fueron aprobadas y votadas por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Y una cosa es la vía legal para impugnarlas y otra muy distinta proponer a los electores, católicos o no, religiosos o no, que se abstengan de votar por un determinado partido. Se dirá que "Desde la Fe" se dirige exclusivamente a los católicos. Es verdad pero también es sabido y conocido que rebasa de sobra este espacio. Es muy razonable que cada quien defienda sus intereses conforme a Derecho. Lo delicado es que lo haga yendo más allá de sus facultades o atribuciones. El Estado laico es en México una realidad histórica, política y jurídica. La Iglesia Católica o las iglesias protestantes, evangelistas, ortodoxas, etcétera, no deben desconocerlo. Hay mecanismos jurídicos para cambiar las cosas. ¿Por qué no recurrir a ellos? Por ejemplo, presentar iniciativas de leyes para reformar o modificar los artículos constitucionales que he citado. Pero la tendencia es otra: ignorar o torcer la interpretación de los textos aludidos, esquivar su mandato, darles la vuelta. Lo hemos visto con el artículo 27 de la Constitución y el petróleo, con las reformas constitucionales de 2008 en materia de justicia y seguridad pública y ahora con la "extinción" del organismo paraestatal Luz y Fuerza del Centro. Por eso es lamentable que desde las más altas esferas del poder público, en colusión con el conservadurismo extremo, se critique y ataque el laicismo de Estado. Además somos o se supone que somos una democracia, aunque imperfecta, en crecimiento, en constante renovación. Tal es el sentido que se le ha querido dar a la llamada alternancia política. ¿Y qué pasa? Que se confunden las convicciones personales, las creencias propias, con un reto o una imposición. Si algo no les gusta se van por el camino tortuoso de hacer necesario y hasta imprescindible el criterio propio. En suma, les importan poco las decisiones que se toman en el espacio de la democracia que proclaman defender. Su tendencia dictatorial y autoritaria es innegable. Se dice que en los días que corren hay un vacío de autoridad. Yo estoy de acuerdo porque al margen del poder en sí lo que predomina es el capricho y el voluntarismo sin que lo apoye una seria teoría filosófica. Y se desprecian dos fuerzas primordiales en la vida de toda sociedad sana: el Derecho y la política, que no la politiquería. Llama poderosamente la atención, y los analistas políticos no le han hecho el suficiente caso, la ausencia de respeto por el Derecho y por la política auténtica. Es muy difícil que México progrese así. Somos como país un cuerpo social que se puede resquebrajar si no lo sustentamos en el Derecho (que comienza por ser el respeto al derecho ajeno) y en la política. En tal virtud yo opongo al discurso "Desde la Fe" el discurso "Desde la Libertad".

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