lunes, 22 de febrero de 2010

EL TRANSFONDO DE UNA RENUNCIA

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

Los rumores en política son tan imprescindibles como los duendes en la literatura fantástica. No son un ruido sordo, vago y continuado como el correr del agua en un arroyo; son en cambio una voz que corre entre el público. Una voz necesaria en la conciencia popular y tan cierta, con sus variantes, como la propia verdad. La renuncia de Fernando Gómez Mont Urueta al PAN, que no al jugoso sueldo de secretario de Estado, tiene un trasfondo que se transparenta en los rumores: el de un acuerdo con el PRI para votar en el Congreso un punto porcentual del 15 al 16 en el IVA, a cambio de que aquél no fuera a las alianzas políticas con el PAN ni con otros partidos. La pregunta es si lo pudo hacer a espaldas del Presidente Calderón. Y como el acuerdo fue roto, específicamente en el caso de Oaxaca, renunció Gómez Mont Urueta; añadiendo que el Secretario de Gobernación se opuso siempre a que su ex partido hiciera tales alianzas. ¿Heroicidad, pundonor, dignidad? Cada quien da su versión, que no rumor. Pero el hecho queda allí: un punto porcentual del 15 al 16 en el IVA. Insisto en esto porque las alianzas tienen un cariz eminentemente político y lo del IVA es económico. O sea, que los intereses del estómago, para usar un lenguaje sanchesco, van de por medio cuando se trata del impuesto al valor agregado que es un impuesto indirecto sobre el consumo y que al ser financiado por el que se llama consumidor final, afecta obviamente al pueblo. Es decir, que la de suyo maltratada economía popular fue motivo de un acuerdo político, de un juego de intereses de muy diversa y dudosa naturaleza. Ahora bien, yo no pongo en tela de duda las convicciones panistas del Secretario, ni me incumbe ni me importa, reconociendo desde luego el valor de ser uno fiel a su ideas, coherente con ellas. Lo que me parece escandaloso es que la economía popular sea motivo de esa clase de acuerdos. Se muy bien que se incurre en estos si se va en busca de un cargo público. Cuántos diputados, senadores y gobernadores llegaron a donde están por la vía sucia del compadrazgo, de las presiones, de las inmundicias que manchan el ejercicio político; prácticas muy ajenas, supongo, a la pureza ideológica de un Manuel Gómez Morín y de un Vicente Lombardo Toledado, aunque para el caso yo me quedo precisamente con Antonio Caso que debatió con Lombardo Toledano en famosísima polémica a propósito de nuestra Universidad, esgrimiendo razones y argumentos de un idealismo deslumbrante. Y lo señalo en recuerdo admirativo del fundador del PAN e ilustre rector que fuera de nuestra Máxima Casa de Estudios, al que tanto se cita y se recurre en politicastras maniobras. Ya sé que es muy difícil o acaso imposible encontrar espíritus incontaminados por el rastrerismo humano -mejor, inhumano-, salvo en la zona sagrada de la utopía a la que hay que entrar con unción casi religiosa. Pero si el rumor del que hablo se vuelve torrente de agua en un río o en un mar, qué desgracia para México que sucedan esas cosas. Uno supone, uno cree, que en la democracia pregonada y comprometida con el supuesto cambio, las oriflamas partidistas y partidarias ondearán al viento con orgullo. Uno supone que los acuerdos políticos, siempre flexibles, se doblan hasta cierto punto y sin quebrarse. Y sobre todo, se oyen tantos discursos, aquí, allá y acullá, cadenciosos en su aburrida repetición, queriendo convencernos de la bondad del oficio político, esgrimiendo valores e ideales, que sorprende e indigna que las necesidades de la mayoría sean materia de componendas entre la minoría. Puede que las alianzas de marras sean positivas, puede que no. Lo intolerable es que sean causa y efecto de concertaciones ajenas a lo ideal, al ideal, y muy cercanas a lo real convenenciero. Con razón el pueblo padece incertidumbre y desesperanza, apatía y desconsuelo. Al famoso IVA lo han traído como zapato de feria. Se le ha dado el tratamiento de un peón, ni siquiera alfil, en el tablero de ajedrez de la política casera. Algunos juegan con él y ahora lo mal identifican con las alianzas políticas, pero tarde o temprano los identificarán a ellos con la incapacidad para gobernar.

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