viernes, 12 de febrero de 2010

MANUEL GUTIÉRREZ DE VELASCO, LA INTEGRIDAD DEL JURISTA

HERMILIO LÓPEZ BASSOLS

Decía Francisco de Vitoria que el teólogo era el más grande de los linajes del hombre, aunque reconocía que el orador, pensando en Marco Tulio Cicerón, era el oficio supremo en cuanto pertenecía a los pocos hombres de enorme talento y cultura. Si bien las dos aseveraciones pudieren ser correctas, sostengo que el jurista es la suma de ellas y algo más.
A fines de los años sesenta un hombre probo, talentoso y nacionalista, fue secuestrado por estudiantes suyos. José Guadalupe Zuno -el suegro de la Nación en ese tiempo- conducía su modesto automóvil de su casa a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara para impartir clases. Entre otras cátedras suyas estaban Arqueología e Historia de la Revolución Mexicana. Él me invitó a ingresar a la masonería, pero rehusé por no coincidir con mi pensamiento de esa época y el de ahora.
Allí en esas aulas trabé una magnífica relación con don Guadalupe. Durante su secuestro tuve el honor de impartir las clases que él tenía. Así fue como este prematuro profesor, conoció a un hombre extraordinario que también impartía cátedra en aquella Escuela. Jurisperito, historiador y quien con los años llegaría a consumar el supremo propósito de muchos juristas: Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Don Manuel Gutiérrez de Velasco. Nacido en 1919 en México, fue un estudiante distinguido; se trasladó a San Luis Potosí donde cursó la preparatoria y regresó a la UNAM donde obtuvo el título de licenciado en Derecho. Ingresó al Poder Judicial desde "juez de pueblo" en Michoacán y Durango hasta el Distrito Federal donde se encontró con el Ministro Rebolledo. Fue juez en Tuxtla Gutiérrez, Tapachula y Aguascalientes, llegando a Guadalajara en 1960. Seguramente el Ministro Téllez Cruces influyó en el nombramiento de Gutiérrez de Velasco como Ministro de la Suprema Corte en 1978. Allí él dijo que reconocía a López Portillo y a Jesús Reyes Heroles que le hubieren permitido arribar a la Corte, que es "el centro y el eje de la justicia mexicana". Aún como profesor en la UDG, había seguido yo sus clases de Historia de la Revolución Mexicana. Iluminado por una mente lúcida y culta, sencilla, que abordaba las cuestiones fundamentales del movimiento de 1910, en especial la gesta de Zapata y sus consecuencias. Don Manuel disfrutaba esa época y detallaba con su conocimiento, amenidad y vigoroso sentimiento nacionalista, sus exposiciones, subyugando a sus alumnos.
Dejé de verlo por algunos años debido a mi responsabilidad diplomática en el exterior, pero al volver a principios de los ochenta, reanudamos nuestra relación de maestro -alumno. El Ministro me llevaba a restaurantes mexicanos cercanos a lo que fue la Plaza del Volador, además, hacíamos caminatas por sitios históricos como el Hospital de Jesús. A mi vuelta al país, otra vez, a fines de los años noventa, volví a acercarme a este hombre singular. Nuevamente lo vi en su octogésimo aniversario, y le entregué un artículo sobre Juárez dedicado a él. Mostró satisfacción.
Ahora, juristas destacados en la historia reciente de México, le han rendido un homenaje en un texto que tengo en mis manos: Héctor Fix-Zamudio, Jorge Carpizo, José Ramón Cossío, entre otros. Después el Instituto de Administración Pública del Estado de Jalisco celebró en Guadalajara un homenaje al maestro.
En ese texto, Carpizo dijo sobre su amigo que "respetaba su memoria y sus múltiples cualidades como jurista, juez constitucional, catedrático, paradigma de rectitud y honestidad, sencillo y afable y forjador de generaciones de abogados y jueces, Valuarte de valores morales y familiares". Su yerno, Antonio Brambila Meda, hombre de talento político y amigo de verdad, señaló en esa ceremonia que "los atributos del maestro derivaban de un don especial que esencialmente fue el fruto de una férrea disciplina a la que se sometió a lo largo de su vida para lograr una preparación sistemática, actualizada y perdurable".
Hoy, cuando se debate el rescate de la titularidad de la laicicidad del Estado mexicano vuelve a la palestra don Manuel, a través de su trabajo y ejemplo, infatigable en su lucha por el Estado secular.
Ahora, cuando la reacción se ha apoderado de nuestra Casa Suprema de la Justicia, tiene toda actualidad el pensamiento nacionalista y coherente del Ministro Gutiérrez de Velasco.

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