En 1977 un político inquieto, y en mi opinión de buena fe, en desgracia entonces por los enemigos que tuvo que enfrentar, Mario Guerra Leal, desde la cárcel escribió un libro revelador que causó en su momento algún revuelo y luego se olvidó y olvidado ha estado desde entonces. El título que inicialmente le puso fue Los sótanos de la política mexicana; los editores le agregaron, pensando en la publicidad, otro con el que fue conocido: La grilla. Está escrito en forma autobiográfica y abarca 25 años de la política de entonces, más o menos desde el movimiento henriquista y hasta la entrega del gobierno de Echeverría a López Portillo, con la frustración de quienes, Guerra Leal entre ellos, creían que el escogido sería Moya Palencia; al final los de arriba se acomodaron y él fue a prisión. Se trata de una historia plena de luchas aparentemente estériles, en la que abundan, como en las canciones de cantina, fracasos y traiciones; al final del libro, que coincide con el fin de la vida política del autor, sin rencores mayores explica el porqué escribe esta crónica negra del poder en México, en la que recorre, como el título indica, lo más bajo de lo que pasaba en esas luchas sordas, perversas, viles, por conservar o alcanzar el poder. Quienes escriban y estudien la historia mexicana del siglo XX tendrán sin duda un referente invaluable en el libro de Mario Guerra Leal, que leí cuando se publicó, porque conocí al autor y me interesó entonces, como militante en la oposición, su punto de vista; hoy retomo y hojeo el libro, impulsado por la pena que me da la política actual, que hace aparecer algunos de los capítulos más sórdidos de La grilla como ingenuos juegos de niños. En mucho, quizá en todo lo relativo a la política, de entonces a nuestros días seguimos hundidos en los sótanos y el cieno en que los visibles y los invisibles señores del poder se enfrentan, se pelean, se arreglan y siguen adelante; es hoy, o parece todo, más repulsivo y más turbio que lo descrito en la obra que estoy recordando. No se ganó mucho con la alternancia y hemos tenido que soportar el drama de que la oposición al PRI, que finalmente logró sustituirlo en muchos gobiernos, en especial en el Ejecutivo federal, en lugar de imponer formas nuevas, airar la política y exigir valores éticos a la praxis del poder, se dejó envolver por las formas y estilos de sus predecesores y repitió los esquemas negativos que Guerra Leal, no sin algo de ingenuidad y buena fe, pone ante nuestros ojos. En las páginas de La grilla encontramos vivas descripciones de las luchas políticas de Miguel Henríquez Guzmán, datos muy valiosos sobre la persecución a sus partidarios y simultáneamente reuniones de apaciguamiento y arreglos. Nos topamos con crímenes como el de Rubén Jaramillo, con engaños al pueblo y con partidos sin militantes, que surgen y desaparecen al gusto de los poderosos en turno. Entre ellos, la aparición del PARM (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana), como una dádiva al general Juan Barragán y a otros militares que ya no cabían en el PRI; nos topamos con episodios que pintan a todo color las mentiras y las traiciones de los políticos, sus inconsistencias doctrinarias y todo ello alrededor de la participación siempre inquieta y siempre esperanzada del actor-testigo cercano que fue Mario Guerra, así como con la constante de su mala fortuna. Con todo, concluye con una reflexión optimista: considera útil su participación en la vida pública y su libro como un testimonio para el futuro; reconoce que al decir la verdad ha tenido que herir a algunos, inclusive a quienes fueron o se dijeron sus amigos, y su buena índole se manifiesta al aseverar que no se trata de un final, sino del principio de algo nuevo. La lección de Guerra Leal puede ser valorada hoy. Los momentos actuales en la vida política de nuestro país son en muchos aspectos peores que los relatados por él, se dan, sin embargo, en un contexto de nuevas leyes y de cambios en algunos aspectos de las estructuras políticas y en un momento en el cual en todos los extremos prevalece la idea de que no se puede seguir como se va y de que hay que reformar el Estado, según han dicho los integrantes de la clase política, o que hay que regenerar las estructuras sociales, como sostiene el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, que está ya editando un periódico de batalla, denominado precisamente Regeneración. Ciertamente no podemos seguir en los sótanos y en la grilla: tenemos que ennoblecer la política y sacarla a la luz, y esto será hoy, si el pueblo se decide, o muy pronto, en cuanto lo haga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario