viernes, 5 de febrero de 2010

EL TIANGUIS DE LAS ALIANZAS

RODRIGO MORALES MANZANARES

Tras el tianguis de coaliciones electorales parece haber una sólida apuesta por la desinstitucionalización de la política. La mejor explicación de los pragmáticos es que debe frenarse el caciquismo del PRI porque, si no, los comicios presidenciales de 2012 serán inequitativos en extremo. Parecieran existir dos valores para tutelar: terminar con los caciques y garantizar condiciones óptimas de competencia. Veamos. En el primer componente y si algunas coaliciones triunfan, ya sabemos lo que producen: personajes encumbrados por una extraña boleta electoral, que una vez en el poder carecen de referentes, ya no sólo partidistas, sino programáticos, y terminan ejerciendo el poder según su proyecto personal. ¿Así se terminan los caciques? Sospecho que no. Además, si la coalición pierde pueden ser muy elevados los costos. En cuanto al segundo elemento de la apuesta pragmática (los gobernadores desvían fondos sin control), parece aún más lamentable, pues se trataría de equilibrar desvíos para no generar demasiada inequidad. Es decir, en vez de enfocar energías para activar mejores formas de control presupuestal y en lo de rendir cuentas, parece asumirse que todo gobernador es intrínsecamente un bribón electoral. ¿Así se mejoran los controles? De nuevo, sospecho que no. Y las coaliciones tendrán que explicarle, no sólo al electorado, cómo los antagonistas históricos, casi insalvables, hacen causa común, sino a sus militantes y seguidores, cómo el hasta ayer enemigo histórico, hoy se ha vuelto un aliado conveniente y, cómo, para encabezar dicho cometido, se suele buscar entre las famas públicas, antes que en el arsenal de las trayectorias. A sacrificarse todos. En fin, sospecho que tanto para el PAN como para el PRD habrá algunos costos internos. Pero sólo para ellos, porque cada día les cuesta más trabajo a los partidos administrar sus procesos de selección interna. Acaso esa interminable secuencia de inmolaciones, renuncias, etcétera, no hace sino acreditar la fragilidad institucional de los partidos. Pareciera que la unidad interna sólo es exhibible en periodos no electorales. En fin, pero los partidos son los principales promotores de la indisciplina interna. Cuando lo que articula es la consecución de una candidatura, y no un programa de gobierno, vamos, siquiera una ideología, en efecto lo que se siembra son los incentivos a la disidencia. Algo preocupante es que este tianguis se dé cuando está por hacerse una agenda legislativa con pendientes fundamentales. Me parece que diario asistimos a la bipolaridad de los dirigentes políticos. Veamos. Dos partidos (el PRI y el PRD) tienden a encontrarse en reclamos al del Ejecutivo, ya sea porque sus propuestas son inadecuadas o insuficientes, porque su política es incorrecta y está agravando las crisis que vivimos; al mismo tiempo, otros dos partidos (el PAN y el PRD) hacen a un lado sus diferencias y postulan candidaturas comunes porque hay que contener al PRI y, al mismo tiempo, el PRD no ha dejado de señalarnos que la “mafia” que se ha apoderado del país (el PRI y el PAN) es la culpable de todos nuestros males. Me temo que he dejado de entender. Si una de las pretensiones de la debatida reforma política recién presentada por el Ejecutivo era sembrar condiciones para el desarrollo de coaliciones estables, tengo la impresión de que el accionar cotidiano de los actores políticos (por supuesto incluido el del Ejecutivo) no hace sino desmentir esa intención. Es decir, mientras se insista en reblandecer a los grandes referentes partidarios, creo que no debemos sorprendernos de la animadversión ciudadana a los partidos. Es una lástima que, cuando la crítica situación del país debiera imponer debates de fondo en torno a la posible reconstrucción de algo que se pueda reconocer como interés nacional; cuando debiéramos estar discutiendo políticas públicas y adecuaciones legislativas de fondo, algunos de nuestros líderes políticos siguen anclados en los votos. Se renuncia a debatir ideas y se nos invita al pragmatismo de las boletas. En fin, ojalá que algún día se asuma que la etapa de cambio político que estamos viviendo exige otra altura de miras.

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