martes, 9 de febrero de 2010

PENAS EXCESIVAS CONDUCEN A MAYOR CRIMINALIDAD

JESÚS CANTÚ

La creciente inseguridad en México impulsó la demanda por elevar las penas para sancionar los crímenes más repugnantes, incluso a solicitar la pena de muerte en algunos casos. La criminalidad continúa al alza y las demandas de una mayor penalidad también lo hacen, en una cadena interminable, que como advierten los creadores de una nueva teoría de la disuasión puede volverse autodestructiva, pues sentencias largas pueden conducir a una mayor criminalidad. Jeffrey Rosen, profesor de leyes de la Universidad George Washington, en un artículo publicado en la revista del New York Times, el 10 de enero de este año, narra ejemplos exitosos de la aplicación de los principios de esta nueva corriente del pensamiento en cuatro ciudades norteamericanas: Chicago, Boston, Punto Alto y Hawai. La lógica detrás de esta nueva corriente analizada por Rosen, es cambiar las precepciones que la comunidad tiene de la Policía y que ésta tiene de los delincuentes y sus comunidades cercanas, a través del establecimiento de castigos moderados, pero de aplicación inmediata, indiscriminada y eficaz, es decir, el cumplimiento de amenazas creíbles. Esto se complementa con la disposición de reinsertar en la comunidad a los delincuentes conversos y, en consecuencia, la implementación de programas para lograrlo. Las autoridades ven a la comunidad con "dignidad, neutralidad y confianza" y éstos perciben una aplicación de la ley "justa, universal y legítima". La teoría ha sido puesta en práctica para disminuir las violaciones a las reglas que norman la libertad condicional o bajo palabra en el vecino país del norte, pero también para combatir el pandillerismo, la criminalidad con arma de fuego y el narcomenudeo. Y hasta hoy los resultados son exitosos. En Boston, en 1996, los académicos David M. Kennedy, Anne M. Piehl y Anthony Braga, diseñaron e implementaron la operación "Cese al fuego", para combatir el pandillerismo. Los especialistas se enfocaron "en disuadir a los miembros más peligrosos de las pandillas, persuadiendo a sus amigos y vecinos para que los presionaran a obedecer la ley". De acuerdo a Rosen: "Los pandilleros recibieron tres mensajes: primero, si alguno en su grupo asesinaba a alguien, el grupo entero sufriría las consecuencias; segundo, si querían abandonar la vida de la calle, obtendrían apoyo y entrenamiento laboral de parte de las agencias de servicio social y las iglesias; y tercero, miembros de su misma comunidad les narraron los daños que provocaban con la violencia y los exhortaban a terminarla...En dos años la violencia juvenil en Boston disminuyó a sólo una tercera parte y los índices de homicidios a la mitad". Después de esa experiencia, Kennedy apoyó, en 2003, a James Fealy, jefe de Policía de Punto Alto, Carolina del Norte, en su combate al narcomenudeo. En este caso, el foco fue corregir los "errores trágicos y corrosivos" en las percepciones que las autoridades tenían de los delincuentes y sus comunidades y viceversa. En la primera reunión de lo que denominó "comisión por la verdad y la reconciliación", entre delincuentes y sus familias y los policías, Fealy se desconcertó "al conocer que la comunidad pensaba que los policías eran casi tan malos como los narcotraficantes; pero él, a su vez, conmovió a los pobladores al declarar que ninguna de las autoridades pensaba que ganarían la guerra contra las drogas". El siguiente paso fue: "...identificar a 16 narcotraficantes activos, Fealy arrestó a 4 y preparó órdenes de aprehensión para los otros 12, que podían ser detenidos en el momento en que la Policía decidiera. Entonces llamó a los otros narcotraficantes; nueve de ellos acudieron acompañados de su mamá o de otra figura influyente en ellos, como su abuela, y Fealy les transmitió el siguiente mensaje: "Ustedes pueden estar en prisión esta noche. Pero no es lo que queremos, lo que queremos es que ustedes triunfen, pero fuera del narcotráfico". Las mamás y las abuelas, impresionadas por la decisión de no arrestarlos, aclamaron a la Policía. En reuniones subsecuentes, los "influyentes" silenciaron a los escépticos...El mercado de la droga se secó en la zona". En 2002, Tracey Meares, profesora de la Universidad de Chicago, apoyó al fiscal de esa ciudad, Patrick Fitzgerald a diseñar e implementar un programa para combatir la violencia armada. Siguió los pasos de la operación "Cese al fuego" y como resultado del mismo la tasa mensual de homicidios disminuyó en 37% y hoy "el crimen violento en Chicago está en su nivel más bajo en 30 años". En Hawai, en 2004, los delincuentes purgando sus sentencias en libertad (condicional o bajo palabra) por delitos sexuales o delitos contra la salud, en sólo seis meses disminuyeron las violaciones a las condiciones de su libertad en 93%. La lógica de esta nueva corriente es que "la amenaza de un castigo leve, pero aplicado indiscriminada e inmediatamente tiene un efecto disuasivo mucho mayor que la amenaza de una pena mucho más severa, pero incierta y demorada". El asesinato de 16 jóvenes en Ciudad Juárez y 10, en Torreón, conmovió al país entero y el mismo presidente Felipe Calderón reconoció, en Japón, que se requiere de una estrategia integral para combatir el crimen organizado. Hoy es el momento de revisarla y ya tenemos una certeza: los métodos actuales no funcionan. ¿Por qué no voltear los ojos hacia estas nuevas estrategias? Al menos para conocerlas, analizarlas y discutirlas. No hay nada que perder y, eventualmente, sí mucho que ganar.

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