viernes, 5 de febrero de 2010

REELEGIR O NO REELEGIR

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Debatir es uno de los métodos más eficaces para buscar la verdad y, en algunos casos, una obligación ética y política. Los ciudadanos tenemos una obligación ética de debatir los temas que nos conciernen a todos; los representantes de la ciudadanía, la obligación política de llegar a conclusiones y acuerdos. Dicho de otro modo, en la vida ciudadana el debate no es una opción sino un deber. El Presidente de la República lanzó su decálogo de propuestas de reforma política, justo es que se discutan —no que se aprueben en los términos que las propuso ni mucho menos que se obedezcan—, pero sí que sean llevadas al diálogo de una manera seria y oportuna por los representantes políticos. El primero de los puntos del decálogo de cambios se traduce en la reelección consecutiva de alcaldes y delegados hasta por 12 años. Aparentemente esto entra en colisión frontal con el presupuesto sagrado de la no reelección absoluta en la política mexicana. Al respecto, hay que repensar dos aspectos principales. El primero, si existe el consenso necesario para remover las piedras angulares de nuestro sistema político, entre las cuales se encuentra la reelección de quienes detentan el Poder Ejecutivo. Si es así, habría que considerar el segundo de los términos de la ecuación. Si la oportunidad de reelección hasta por 12 años, además de contribuir a la continuación y la finalización de los proyectos políticos, económicos, sociales y de infraestructura, no traería consigo la formación de cacicazgos y el fortalecimiento de los grupos de poder en el interior del gobierno. Sin embargo, la elección sexenal funcionaría como un refrendo de la actividad política y, por lo tanto, una aprobación del trabajo de los funcionarios. Pero el punto aquí es el consenso. No basta con decir que las cosas han de cambiar, que deben ser removidos los atavismos, pues algunos de ellos son, en realidad, los anclajes de todo un sistema de convivencia política. Entonces, parece que, al menos en este punto habría que pensárselo más de dos veces. El segundo es la reelección consecutiva de los legisladores federales hasta por 12 años. En sentido contrario de lo que se afirma para el Poder Ejecutivo, la lucha revolucionaria y los consensos políticos han sido especialmente claros en que la reelección que ha suscitado problemas históricos es la del Poder Ejecutivo. La reelección de legisladores presenta con mucho menos gravedad la concentración del poder que se prolonga en el tiempo y, por otra parte, tiene dos ventajas evidentes. Una, estimula la especialización del trabajo porque, es cierto, la mitad de la vida útil de un legislador se consume en aprender su tarea. De ahí que, en realidad, la política nacional no está en manos de los legisladores, sino de una enorme burocracia parlamentaria que sí conoce a fondo el oficio. Un legislador que convence con su trabajo, estaría ganando la oportunidad de convertirse en un auténtico experto en la materia, siempre que se supusiera que esa es su labor exclusivaa y que algún ordenamiento le prohibiera tener actividades paralelas. Por otra parte, el voto se presenta como una aprobación o una reprobación, no sólo de su trabajo, sino de toda la actuación de su partido. En ambos casos se trata de dar al ciudadano la posibilidad de evaluar, premiar o castigar el rendimiento de quienes tienen el deber de servirlo.

No hay comentarios: