El Consejo Nacional es el órgano más plural del PAN. Entendiendo por pluralidad un conjunto de actores políticos con enfoques diversos en torno de lo programático y lo estratégico, esto es, en torno de la propuesta, forma y método de concretar lo que nos es común y parejamente nos incita: doctrina e ideología. Reconozco también las expresiones radicales de ideas y los pragmatismos inconfesables que quisieran desterrar el mundo del deber ser. Sí, hay de todo, pero estos últimos son los menos. En términos de la relación partido y gobierno, el Consejo Nacional es una especie de síntesis. Es la conciencia del partido porque su deliberación descansa en la militancia y la lealtad acreditables hacia la institución. Y porque el debate de las ideas tiene en ese órgano su mejor nivel intelectual, por lo menos el más informado. De ese órgano surgió, el fin de semana pasado, un respaldo unánime a Nava y al Comité Ejecutivo Nacional por la política de coaliciones . Hace apenas 7 meses, varios de los que ahora expresamos inequívocamente nuestro apoyo a la dirigencia nacional, sostuvimos una posición contraria al proceso de su elección. Ello se debe a que hemos visto como Nava ha ido atajando la absurda idea de que lo único que nos quedaba como partido, era conformarnos con las migajas de reformas del PRI desde hace 9 años, y prepararnos para entregarles el poder en 2012. Un poder no reformado hasta ahora de manera substancial, para que al regresar —como dice la canción— no encuentren nada extraño. El consejo aprobó las alianzas considerando “que cumplen con la mejor tradición democrática del partido, dan seguimiento a nuestro plan de acción y son parte de la cruzada de democratización total que queremos para México”. No soy desleal a las reglas que obligan la reserva de ese debate en el seno del Consejo, pero creo conveniente decir que las alianzas responden a la realidad política y al crudo diagnóstico que hicimos del proceso electoral 2009, en donde se habló de la forma en que operan los gobernadores, convertidos en señores feudales. Tenemos una realidad ineluctable. La transición democrática del país está trunca. Mientras a nivel federal tenemos separación de poderes, libertad de expresión y pluralidad en la representación, hay estados en donde los gobernadores son autócratas que controlan al Congreso, a los tribunales judiciales y electorales, y que cuentan con una prensa amordazada. Gobernadores que usan los recursos públicos a su antojo, que emprenden guerras sucias contra sus críticos para impedir que puedan ganar elecciones utilizando el viejo expediente de la mentira infame. En esos estados no sólo se replica el sistema priísta, sino la experiencia del cacique. La ausencia del Presidente priísta que los limitaba hizo que creciera un fiero poder caciquil. Esos caciques han catapultado al PRI y de esos estados han salidos victoriosos, han ganado con carro completo. Son los estados en donde aún hay casillas zapato. Son la cantera más importante para capturar votos y la esperanza del PRI para regresar a los Pinos. Son la esperanza de los precandidatos que han usado a la televisión comercial para posicionarse ante la opinión pública. Simulando virtudes políticas que no tienen. Ese es el dilema. Luchar por la democracia o resignarnos al regreso de un PRI que tratará de buscar en el Ejecutivo la restauración del viejo modelo. Esta realidad caciquil no ha permitido el desarrollo de partidos en esos estados para que en elecciones limpias puedan competir libremente. Las diferencias ideológicas entre los partidos aliados seguirán pero el problema son las condiciones políticas para que los partidos ofrezcan sus plataformas y candidatos, y puedan competir en igualdad de condiciones. El dilema es moral. O entregamos la plaza sumisa y resignadamente o seguimos en la brega que nos mostraron los fundadores. O seguimos fieles a ese viejo impulso o le pavimentamos el camino al monstruo restaurador. Como bien dijo Nava en su discurso del Consejo: “no será el adversario quien determine la estrategia ni las definiciones electorales de Acción Nacional. Seremos nosotros, anclados en las robustas raíces que nos legaron nuestros antecesores y montados en las alas de las mejores causas libertarias que nos han inspirado”.
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