Bajo la política actual, 2010 será un año cargado de riesgos y con pocas oportunidades a la vista. Con una corrección de la política, los riesgos disminuirían y podrían aprovecharse nuevas oportunidades.
El mayor riesgo es que crezca el conflicto social. Un número grande de ciudadanos están enojados, lastimados, agraviados. Los aumentos de impuestos y precios de enero vienen a sumarse a una década de mal desempeño de la economía, inseguridad y descarrilamiento de la transición a la democracia.
La administración de los problemas con base a posicionamientos gubernamentales día a día en los medios va reduciendo su efectividad. La línea dura en el control de los sindicatos con mayor autonomía no logra vencer las resistencias y no hace sino conectar por nuevos conductos a quienes antes nunca habían logrado vincularse. La competencia electoral está lastimada por las injerencias gubernamentales y de los intereses en el proceso. Los márgenes de corrección en la economía son muy escasos.
Ante esta situación no hay un plan de respuesta. Se espera que la gente acepte, que los que no acepten queden inmovilizados o en el peor de los casos que puedan ser contenidos. Se espera que la recuperación de la economía norteamericana sea suficiente para que pueda regresar el crecimiento. Se confía en que mediante el control de los medios se logre llegar a la próxima elección con cierta mejoría o que la inconformidad se canalice hacia una alternancia confiable para el statu quo.
En vez de continuar con una inercia que provoca cada vez más inconformidad de sectores amplios de la sociedad, habría que corregir. Lo que hace falta es objetividad y sentido común.
Lo primero es resolver los conflictos sociales que están abiertos. No hacerlo, aparte de ser una injusticia, mantendrá el encono y el riesgo permanente de que se desborde el conflicto por desesperación o por un exceso en el ejercicio de la autoridad.
Lo segundo es responder al malestar por las alzas con un decreto sincero y efectivo de austeridad; uno que no deje lugar a dudas.
Lo tercero es abrir el espacio del cambio político —no con un paquete a modo para fortalecer el statu quo— que tendría que ser precedido por un auténtico diálogo nacional, no excluyente, para garantizar al menos condiciones de equidad en la próxima contienda federal y posibilidades reales de competencia en los procesos locales de este año.
Lo cuarto sería empezar a tomar decisiones a favor del desarrollo económico que están a la vista y no debieran esperar hasta 2012. Una es una revisión a fondo (asequible de inmediato) de las decisiones de Pemex para frenar la caída de Cantarell y fortalecer la exploración en Chiapas, Campeche y el sur de Veracruz. La otra, es aprovechar la oportunidad de vincularnos a la economía del conocimiento en el campo de la salud. Tres años bien aprovechados harían una gran diferencia.
Es posible aprovechar nuevas oportunidades. Antes es necesario disminuir los riesgos. Para lo uno y lo otro se necesita retomar la iniciativa política.
El mayor riesgo es que crezca el conflicto social. Un número grande de ciudadanos están enojados, lastimados, agraviados. Los aumentos de impuestos y precios de enero vienen a sumarse a una década de mal desempeño de la economía, inseguridad y descarrilamiento de la transición a la democracia.
La administración de los problemas con base a posicionamientos gubernamentales día a día en los medios va reduciendo su efectividad. La línea dura en el control de los sindicatos con mayor autonomía no logra vencer las resistencias y no hace sino conectar por nuevos conductos a quienes antes nunca habían logrado vincularse. La competencia electoral está lastimada por las injerencias gubernamentales y de los intereses en el proceso. Los márgenes de corrección en la economía son muy escasos.
Ante esta situación no hay un plan de respuesta. Se espera que la gente acepte, que los que no acepten queden inmovilizados o en el peor de los casos que puedan ser contenidos. Se espera que la recuperación de la economía norteamericana sea suficiente para que pueda regresar el crecimiento. Se confía en que mediante el control de los medios se logre llegar a la próxima elección con cierta mejoría o que la inconformidad se canalice hacia una alternancia confiable para el statu quo.
En vez de continuar con una inercia que provoca cada vez más inconformidad de sectores amplios de la sociedad, habría que corregir. Lo que hace falta es objetividad y sentido común.
Lo primero es resolver los conflictos sociales que están abiertos. No hacerlo, aparte de ser una injusticia, mantendrá el encono y el riesgo permanente de que se desborde el conflicto por desesperación o por un exceso en el ejercicio de la autoridad.
Lo segundo es responder al malestar por las alzas con un decreto sincero y efectivo de austeridad; uno que no deje lugar a dudas.
Lo tercero es abrir el espacio del cambio político —no con un paquete a modo para fortalecer el statu quo— que tendría que ser precedido por un auténtico diálogo nacional, no excluyente, para garantizar al menos condiciones de equidad en la próxima contienda federal y posibilidades reales de competencia en los procesos locales de este año.
Lo cuarto sería empezar a tomar decisiones a favor del desarrollo económico que están a la vista y no debieran esperar hasta 2012. Una es una revisión a fondo (asequible de inmediato) de las decisiones de Pemex para frenar la caída de Cantarell y fortalecer la exploración en Chiapas, Campeche y el sur de Veracruz. La otra, es aprovechar la oportunidad de vincularnos a la economía del conocimiento en el campo de la salud. Tres años bien aprovechados harían una gran diferencia.
Es posible aprovechar nuevas oportunidades. Antes es necesario disminuir los riesgos. Para lo uno y lo otro se necesita retomar la iniciativa política.
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