sábado, 2 de enero de 2010

EL AYER NO ES DEFINITIVO

JOSÉ WOLDENBERG KARAKOSKY

Estamos de vacaciones. Y por ello quiero recomendarles un libro que no tiene desperdicio y que acaba de aparecer: Los orígenes del poder en Mesoamérica de Enrique Florescano (FCE. 537 p.). Enuncio cuatro razones para acercarse a él, aunque hay más.

1. El poder político. A partir de un determinado grado de desarrollo el poder marca las relaciones sociales. Las relaciones de poder sellan la coexistencia humana y le imprimen sus tensiones. Desde las micro hasta las macrosociedades no pueden evadirse de construir algún tipo de relación asimétrica en la cual uno o unos pueden mandar sobre los otros. Y donde esa noción adquiere mayor pertinencia y más se le ha explorado es en el campo de la política. De tal suerte que rastrear las vías a través de las cuales se ha construido el poder político a lo largo de los siglos es una tarea relevante.

El proceso de construcción de los Estados mesoamericanos no es muy distinto de la historia en otras latitudes. Etnia, territorio, sedentarismo y división social del trabajo son los requisitos para el inicio de la edificación de un poder político, al mismo tiempo cohesionador de la comunidad, diferenciador de "los otros" y con capacidad de dominación para hacer legítima la rígida estructura social.

Por lo que el surgimiento de los primeros Estados puede ser visto como un eslabón civilizatorio. Se trata de procesos no de apariciones, de construcciones sociales no de transcursos inerciales, que están acompañados, imbuidos, modelados por "envolturas" ideológicas (religiosas) que fijan su sentido y alcances.

2. La capacidad pedagógica. Florescano se esfuerza por hacer comprensibles procesos históricos complejos. Va desplegando su argumentación y sus fuentes para develar los conocimientos acumulados en la materia. Y lo hace siguiendo la mejor tradición académica: apuntalando cada una de sus afirmaciones con los aportes de los más distintos investigadores. No le escatima a nadie sus méritos, y la síntesis hace evidente que está apuntalada por un esfuerzo colectivo que expresa décadas de trabajo.

Sus colegas agradecerán el intento logrado de reconstrucción, en diferentes etapas y latitudes, del poder político en estas tierras; pero el lector neófito e interesado -como yo- encontrará en el texto una puerta de entrada sistemática y ordenada a un mundo fascinante: los procesos de edificación de los Estados mesoamericanos y los ritos, mitos, imágenes y leyendas que los acompañaron.

3. El sentido de la historia. Del libro me gusta además su clara vocación por entender a la historia como algo que forjamos desde el presente. Muestra con claridad cómo investigaciones sucesivas, descubrimientos encabalgados, han venido modificando nuestra comprensión del pasado prehispánico. La historia aparece así no como algo fijado de una vez y para siempre, sino como el producto de los trabajos sucesivos que en conjunto van develando el pasado.

Y los propios pueblos prehispánicos hicieron algo similar. Diferentes códices, mapas, monumentos, ofrendas mortuorias quisieron registrar las migraciones, las guerras, las conquistas, las fundaciones, la sucesión de sus gobernantes. En un apretado resumen, el autor escribe: "Aun cuando cada uno de esos relatos recoge la historia de grupos étnicos específicos, todos coinciden en precisar los orígenes del grupo, la fundación del reino, la genealogía de los gobernantes y concluyen con un registro minucioso del territorio ocupado, que enumera sus fronteras, topónimos y calidades de la tierra". La historia se ha venido construyendo desde entonces marcada también por discontinuidades y pérdidas que hacen que en cada etapa la visión del pasado sea diferente.

Y además, en algunos casos, Florescano presenta las distintas interpretaciones que al día de hoy coexisten y compiten sobre un mismo fenómeno. Así, la historia se convierte en una disciplina viva, en perpetua construcción y debate. Y ello no sólo hace más interesante al libro, sino que nos introduce al fascinante tema de cómo las visiones del pasado tienden a cambiar. No sólo el futuro es impredecible sino que el ayer nunca es definitivo.

4. Ilustraciones. Pero además la edición está profusamente ilustrada. Estelas, monumentos, pinturas, tumbas, murales, códices, dibujos, piedras esculpidas, sarcófagos, glifos, mapas acompañan al texto. Y lo hacen no de manera azarosa, sino como un apoyo que permite entender de mejor manera las explicaciones. Esa fórmula refuerza el sentido del texto, pero también permite entender el significado de ese patrimonio histórico. A través de él se expresa la rica, frondosa e imaginativa cosmovisión de los pueblos mesoamericanos.

En fin, si el poder es una relación social entre los hombres, y si el poder político resulta una relación inescapable, siempre es fascinante conocer su gestación y modalidades; sus fórmulas de legitimación y reproducción; el ceremonial del que se rodea, los relatos que le dan sentido y sus cambios en el tiempo.

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