Termina 2009 en la desesperanza. El Fondo Económico Mundial nos exhibe como país que pierde competitividad en todos los rubros: “la percepción de la calidad de nuestras instituciones es preocupante”. Los empresarios, amigos del régimen, lo censuran. En el otro extremo el desempleo y la pobreza avanzan en silencio, hasta ahora. El Presidente reconoce en su iniciativa de “reforma política” que la población no cree en sus representantes, ajenos a sus necesidades. Nada se ha resuelto en el año que termina. Y viene el 2010, sin proyectos, directrices, que permitan un estado de ánimo en el que se vislumbren soluciones a nuestros problemas angustiantes. No hay esperanza. No es una actitud atávica la que expresa el temor de un estallido social en el 2010, está fundada en una realidad aterrante, basta recordar la situación social y política en la que estalló la Revolución en 1910, movimiento que la derecha reduce al discurso con la misma insensibilidad social de los “científicos” de entonces. En todos los sectores se preguntan ¿qué va a pasar?, ¿qué vamos a hacer? En la percepción de una situación que viven, de retrocesos, corrupción, sin respuestas. Contemplan un gobierno impotente, un gabinete mediocre, medidas erráticas, nombramientos cuestionados, política económica paralítica, dependiente, medrosa, cómplice de intereses, sin perspectiva. La política de seguridad genera una guerra brutal que tiene a la sociedad en el miedo, a fuego cruzado. Sólo violencia sin entender que la solución exige reparar el tejido social roto, tarea de todos: educadores, organizaciones, no marchas de blanco, teletones. El abandono de la soberanía nacional es parte importante de los problemas. No es principio abstracto, es la comprensión de que más de 100 millones de mexicanos requieren que su gobierno defienda sus intereses, que no son los de otras naciones, que nos defienda con inteligencia de toda hegemonía. Sin embargo, se somete. Calderón convoca desde Morelia a “retomar los ideales de nuestros héroes, hacer del 2010 el punto de inflexión en la ruta del desarrollo y del progreso”. ¿Inflexión hacia dónde? ¿Inflexión en la preservación obcecada del modelo económico que contradice los principios de esos héroes que enaltece, cuando profundiza la más brutal desigualdad? ¿Inflexión en la política fiscal inequitativa que él mismo denuncia pero que sostiene en los hechos; inflexión cuando anuncia una nueva reforma energética para acelerar la desnacionalización; cuando ataca feroz a un sindicato nacionalista, el SME y lanza a la calle a 44 mil familias, violando esos ideales y la Constitución, porque estorban a sus compromisos entreguistas? Enajenado en su guerra personal contra el narcotráfico sólo ve como “enemigos de la Patria” a la delincuencia organizada y no a la pobreza creciente, a la desigualdad, al enriquecimiento concentrado, la corrupción, la pérdida de valores. El riesgo de explosión no se reduce a una percepción nacional. El Director de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos declaró ante su Senado que el riesgo de inestabilidad política global por la crisis económica es preocupación primordial de ese país. El Fondo Monetario Internacional y la ONU advierten sobre el peligro de desórdenes sociales. El desempleo, el incremento de la pobreza, la desigualdad, la debilidad de las clases medias, la elevación de los precios de los alimentos, presagian levantamientos sociales en el 2010, según análisis de la “Unidad de Inteligencia del Economist”, que ubica a México entre los países de mayor riesgo. Bien haría Calderón en celebrar el Centenario sin retórica, con acciones. Respetar la Constitución que surgió de ese movimiento, que su partido y su padre combatieron, pero que a él obliga. Nadie quiere un estallido, sólo se le exige justicia social que es su obligación ineludible.
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