jueves, 25 de marzo de 2010

NUEVOS CAMINOS

PURIFICACIÓN CARPINTEYRO

Durante la guerra del Golfo en 1991, nuestro vecino del norte impuso a los medios informativos una censura sin precedentes. Las agencias noticiosas y sus reporteros en el frente fueron forzados a someterse a las Fuerzas Armadas, que decidían lo que era apropiado difundir. Sin embargo, esta imposición autoritaria resultó innecesaria durante la invasión de Estados Unidos a Iraq a comienzos del 2003. Entonces, los medios informativos norteamericanos aplicaron la autocensura.Aunque muchos entonces apoyaron y ahora justifican la censura en caso de guerra, estimándola indispensable para mantener en sigilo las estrategias y evitar la desmoralización de la sociedad por el número de bajas, lo cierto es que al aplicarla, automáticamente se corre el velo tras el que se ocultan las más infames violaciones a los derechos humanos.Valen la reflexión y el debate, dado que el martes pasado el Senado aprobó en comisiones la reforma constitucional en materia de derechos humanos para regular los casos en que el Ejecutivo podrá recurrir a la suspensión de garantías. Una pregunta obligada es si con esta reforma se está abriendo la puerta a la posible imposición de censura informativa, e inclusive cuestionarse si los medios mexicanos han reaccionado como los norteamericanos, autoaplicándose restricciones en la difusión de información.A pesar de que diariamente las noticias difundidas por la televisión, la radio y los diarios hacen recuento de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y grupos criminales en múltiples puntos del país; a pesar de que nos informan de las muertes de civiles en fuego cruzado, de las bajas en las fuerzas utilizadas para el combate y de los criminales caídos, a veces parecería que sólo son portavoces de la información oficial, y que sólo reaccionan ante la indignación de la sociedad civil cuando ya no es posible acallar sus voces.Pero ni la censura impuesta ni la autocensura valen en el caso mexicano. A diferencia de las guerras de Estados Unidos, la violencia de los enfrentamientos se vive en territorio nacional y la sufre nuestra población. Y, ante el aparente cerco informativo, la sociedad civil ha encontrado la manera de burlarlo haciendo uso de las nuevas tecnologías de la información que permiten que a través de redes sociales y de difusión en internet -como son Twitter, Facebook y YouTube, entre otros- se comuniquen y alerten de redadas, balaceras y muertes, e inclusive de formas para burlar la ley.Hace poco Reynosa se vio envuelta en un marasmo informativo. La población recibía mensajes a través de correos electrónicos, celular y Twitter, alertando de operativos, balaceras y retenes. Las autoridades se abocaron a desmentir la ola de informaciones, y muchos advirtieron del riesgo de hacer caso a las alertas que provenían de gente que desconocía el rigor ético al que se debe apegar un periodista. Un par de días después se dio a conocer un video tomado por una ciudadana, en el que se mostraban los vestigios de una balacera, que de acuerdo a las fuentes oficiales nunca existió.Vez tras vez son los videos tomados por observadores civiles o los mensajes celulares o de Twitter que circulan en internet, los que revelan la realidad de los acontecimientos. Para los medios informativos esto representa un peligro, pero también una oportunidad. Será un riesgo, en la medida en que decidan acatar la censura o autoimponérsela, sin considerar que las tecnologías de comunicación han abierto la puerta al intercambio instantáneo de información entre numerosos grupos de la población civil. El silencio o acatamiento al cerco informativo irá mermando su credibilidad, y la población optará por recurrir a los "chismes" desde sus redes sociales en internet.Pero es una oportunidad si deciden aprovechar la información de estos "reporteros en el frente", y hacer uso de las redes sociales y los nuevos medios de transmisión informativa.Hasta donde tengo conocimiento, ningún otro país se ha visto expuesto al riesgo de la difusión desorganizada de información que puede ser diseminada para crear caos y pánico entre una población atemorizada. Pero la violencia de los enfrentamientos, y sus consecuencias para las regiones afectadas, demanda información veraz y en tiempo real, que si no es satisfecha por los medios formales será campo fértil para la desinformación.Los medios tienen la fórmula para convertir el riesgo en oportunidad, sólo basta que observen cómo se comunican las nuevas generaciones y aquellos que se han incorporado al mundo de internet.

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