miércoles, 3 de marzo de 2010

NO SACRIFIQUEMOS LA PLURALIDAD

RODRIGO MORALES MANZANARES

De las diversas expresiones en torno al funcionamiento deficiente de nuestro sistema político, hay dos ideas que tienden a generalizarse y constituyen, desde mi punto de vista, un riesgo mayor: la alergia a la pluralidad y la idea de que es el Congreso el mayor obstáculo para la gestión pública. Veamos.
Uno de los motores más evidentes de los diversos procesos de reformas políticas a lo largo de la historia ha sido justamente la generación de condiciones para que la pluralidad política se exprese y se recree institucionalmente. Tengo la impresión de que perderíamos mucho si, en nombre de una presunta eficiencia en el ejercicio de gobierno, pusiéramos cortapisas a la pluralidad. Reducir la representación proporcional o elevar el umbral de votación para que los partidos conserven el registro, son medidas que nos llevarían a reducir el número de opciones políticas, a inhibir la pluralidad.
No se me escapa el hecho de que ha habido partidos emergentes que han estado lejos de satisfacer las expectativas que sobre ellos se pudieran haber forjado un grupo importante de ciudadanos, pero tampoco se me escapa la necesidad manifiesta de que es deseable oxigenar nuestro sistema de partidos, con opciones frescas. Reitero: encarecer la formación de partidos o sacrificar la representación proporcional pueden ser medidas que tiendan a congelar o perpetuar los actuales referentes partidistas, y que lamentemos al final del día.
Por otro lado, me parece riesgosa la idea de que el Congreso es el origen de nuestros problemas de gestión pública y que, por tanto, hay que acotarlo. No deja de llamar la atención que, justamente al finalizar la reciente Legislatura de diputados se haya instalado con tanta fuerza la idea de la parálisis parlamentaria. Si revisamos, en los últimos tres años fue posible procesar la reforma a las pensiones, la electoral, la energética, así como múltiples reformas fiscales. Es decir, si por algo se significó la Legislatura anterior fue justamente por poder conjugar la pluralidad con la productividad legislativa. Otra cosa es creer que dichas reformas han resultado insuficientes, superficiales o innecesarias, pero esa es, en todo caso, otra valoración. Lo que no se vale es repetir la idea de que la pluralidad está reñida con la productividad.
El punto es que, además, centrar toda la atención en el Congreso, puede estar impidiéndonos ver lo que sucede con el Poder Ejecutivo y, francamente, me parece que no todas las omisiones o impericias del Ejecutivo se originan o explican por el funcionamiento del Legislativo.
Por otra parte, creo que hay que llamar la atención sobre cierto sobredimensionamiento de las reglas. Pensar que la aprobación de algunas reformas será suficiente para hacer pasar al país a otros niveles de desarrollo puede ser una ilusión peligrosa. Hay muchos ejemplos en el mundo de arreglos institucionales, más bien precarios o deficientes, que han producido, sin embargo, un bienestar generalizado para su respectiva sociedad. Me parece que, si bien la ingeniería constitucional es relevante, lo es también la actitud que los diversos actores políticos guardan respecto a esos arreglos.
Por último, espero que la incomodidad con nuestro sistema político no implique cercenar la pluralidad, y que desterremos la ilusión de la existencia de reformas que tienen una especie de varita mágica y asumamos que, más bien, las transformaciones del país en buena medida pasan por la actitud que tengamos con las reglas e instituciones que nos hemos dado.

No hay comentarios: