sábado, 27 de marzo de 2010

¿SOBERANÍA COMPARTIDA?

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

Los norteamericanos piden no politizar el tema de la seguridad nacional. Es una materia muy sensible, añaden, en la que se requiere la confianza entre las partes. Además hay senadores en Washington muy preocupados por la posibilidad de que México se encamine a ser un "Estado Policiaco". Por su parte Hilary Clinton dijo: "sí, aceptamos nuestra responsabilidad compartida". Pero en esta danza que no guerra de palabras y declaraciones, apenas horas antes Janet Napolitano, Secretaria de Seguridad Interior de los Estados Unidos, declaró que el ejército mexicano había fracasado en su lucha contra la delincuencia, de lo que con posterioridad se desdijo sosteniendo que la Secretaría a su cargo (entiéndase el gobierno del Presidente Barack Obama) apoya al Presidente Calderón "en su valiente lucha contra las organizaciones de narcotraficantes". Vayamos por partes. Para los Estados Unidos lo que pasa en México es una responsabilidad compartida porque arde la frontera entre ambos países, o sea, en lo que atañe a ellos arde su puerta que da al continente hispano y lusitano hablante. ¿Y el resto de nuestro país? ¿Les interesa o no? ¡Claro que les interesa! Hace unas cuantas horas y en circunstancia que aún no se aclaran murieron acribillados a balazos dos jóvenes estudiantes del TEC de Monterrey; en Acapulco dos jóvenes fueron asesinados y descuartizados, aparte de dos comandantes de la Policía Ministerial del Estado; diez personas fueron ejecutadas en Durango; dos estudiantes de la Universidad Autónoma de Guadalajara fueron asesinados en el municipio michoacano de Marcos Castellanos; en Cuernavaca un grupo armado atacó con ráfagas de AK 47 las oficinas de un diputado federal, se registraron dos balaceras y un comando incendió dos negocios y una casa particular. Etcétera, etcétera. Es el cuento de nunca acabar. La referencia cotidiana que de la sangría hace la prensa es el mejor testimonio del desastre nacional. Conforme a datos estadísticos muere violentamente a diario en el país un número aproximado de ochocientas y tantas personas. ¿Les interesa a los norteamericanos? ¡Claro que sí! Pero una cosa es la responsabilidad compartida, en rigor corresponsabilidad, y otra muy distinta la soberanía compartida. Parece que al gobierno de los Estados Unidos le llama la atención el hecho de que los mexicanos, no precisamente nuestro gobierno sino la generalidad de la población manifestada en la opinión pública, defendamos tan apasionadamente la integridad física y moral de México, su soberanía. Por eso dicen que no hay que politizar el tema de la seguridad nacional, que es una materia muy sensible. ¡Claro que lo es! Ellos han sido y son, y no recuerdo una excepción relevante, primero una potencia en crecimiento, después una superpotencia mundial y por último una potencia de primer orden, hasta ahora, en el concierto internacional de naciones. Han jugado en el mundo el papel de sujetos activos poderosos, poderosísimos, y nunca el de pasivos y receptores de fuerza ajena. Su soberanía, consagrada en su Constitución, nunca ha estado en juego ni en tela de juicio. Hoy lo está en otro sentido, digamos, como la de todo el mundo, por el peligro y ataque de la delincuencia y del terrorismo. Pero volviendo al punto, sería ingenuo suponer que en esta responsabilidad compartida no compartan -¿cómo?- lo que sucede en el interior de nuestro país. En lo tocante a la frontera apostarán sus fuerzas, de toda clase, en su propio territorio soberano colindando con el nuestro. Pero más acá, ya en nuestra casa, ¿sólo se resignaran a las "finas" labores de inteligencia y a la "sutil" presencia -¿de qué manera, con que limites?- de sus agentes del FBI o de refuerzos militares? No hay que perder de vista que la tragedia y el desastre que vive México no es exclusivo de la frontera, y en concreto de Ciudad Juárez. Es algo nacional. Nosotros no tocaremos ni un ápice de su territorio, y muchos menos de su soberanía. Ellos declaran solemnemente que no tocarán los nuestros. ¿Es suficiente? Creo que no. El hecho es que debemos compartir la responsabilidad pero nunca la soberanía. ¿Cómo evitarlo?
Es todo un reto. De acuerdo en que se requiere la confianza entre las partes. Pero hay historia. O sea, la confianza, salvo en el amor, no surge por generación espontánea. En la historia que hemos escrito con los Estados Unidos, ellos no han sido precisamente generosos, imparciales o justos con nosotros. Recordarlo no es ser rencorosos, es en cambio simple y llanamente ser responsables. No se niega en el caso la colaboración mutua. Se aplaude así mismo el que, por lo menos tácitamente, la delegación norteamericana haya reconocido la condición de su país como enorme mercado en el comercio y tráfico del narcotráfico y el que admita que de allá provienen las armas de alto poder que adquieren y utilizan los narcotraficantes. Pero está latente el peligro de que nuestra soberanía sea vulnerada. No se trata de que con "hipersensibilidad soberana" estemos politizando el tema de la seguridad nacional. ¿Qué hacer? Que el Senado de la República esté pendiente de que en la mutua colaboración no haya fisuras ni deslices. Para mí como mexicano no son suficientes las palabras diplomáticas, halagüeñas, tranquilizadoras, de los funcionarios panistas, ni tampoco sus sonrisas ante las cámaras fotográficas. Y tan grave es que nos encaminemos hacia un "Estado policiaco" con reformas a la Constitución y al Código Penal Federal, equivocadas y opuestas a la técnica jurídica, como que pudiéramos poner en riesgo la soberanía nacional que no es patrimonio del gobierno sino del pueblo. Soberanía que no es un concepto obsoleto ni la expresión de una hipersensibilidad acomplejada, como muchos sugieren perversa e ignorantemente, sino una afirmación del ser histórico, social, político y jurídico de México.

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