miércoles, 17 de marzo de 2010

PRESIDENCIALISMO PANISTA

JAVIER CORRAL JURADO

Aún no encuentro la explicación de dónde ha surgido, o si nos era intrínseco como reacción condicionada a nuestra larga lucha opositora, una tendencia presidencialista en el PAN. Una especie de determinismo político que se concede a la figura del Presidente, a quien se confieren cualidades especiales, capacidades incuestionables y poderes que parecen no ser de este mundo. Veo crecer en el PAN una preocupante subordinación política a esa invención priísta de la “lealtad absoluta” al Presidente omnipoderoso. Se condicionan una serie de acciones del partido a su visto bueno, o lo que es peor, se supeditan a su aprobación. Incluso como si ese aval fuese garantía de éxito o lealtad institucional. Ello ha configurado una clasificación por demás penosa de actores panistas desde el gobierno que coloca la incondicionalidad a Calderón como sinónimo de lealtad al partido, y entonces cualquier diferendo o crítica cae en el ámbito de la traición. El PAN se opuso durante décadas al presidencialismo priísta ya que nuestro signo distintivo ha sido carecer de dueño sexenal. Con afecto y admiración, porque inspiró y acometió la etapa fundacional del PAN, llamamos a Don Manuel Gómez Morín, nuestro “padre fundador”, pero, él mismo tuvo el cuidado de liberar y alejar su obra de la dependencia personal. Esa ha sido nuestra fuerza moral, ser un auténtico partido, basado en procedimientos y órganos estatutarios donde se deliberan y se construyen las decisiones. Y uno de los órganos más importantes para llevar acabo esto es el Consejo Nacional que se renovará en mayo próximo. Esta conciencia, de la preeminencia del partido sobre las personas o específicamente sobre el gobernante en turno, de su autonomía e independencia frente a cualquier interés, debe ser recuperada en estos días que a lo largo y ancho del territorio nacional se llevan acabo las asambleas municipales para postular candidatos a la nueva integración del Consejo Nacional. No se trata de oponerle al Presidente un órgano partidista, sería insensato. En el éxito de los objetivos del PAN y en las metas y planes de la administración de Calderón, la relación partido-gobierno debe conducirse por el camino y el ánimo de la cooperación pero no bajo una idea de incondicionalidad o subordinación, y menos presidencializar nuestra estrategia. Es mucho más simple y a la vez trascendente: que quienes participamos de este proceso nos aseguremos de que la integración del nuevo Consejo se de en un horizonte más amplio y de mayor perspectiva, y no sólo al resguardo de lo que resta del sexenio del Presidente. El PAN debe asegurar su continuidad institucional. El pacto de Bucareli suscrito el 30 de octubre del año pasado entre las dirigencias nacionales del PRI y del PAN, el secretario de Gobernación y el secretario general de gobierno del estado de México, que tantos estragos ha ocasionado en los días recientes a raíz de la revelación de sus términos y propósitos, es el ejemplo más preciso de que no todos los objetivos del gobierno coinciden o respetan la naturaleza del partido. No desconozco, ni rechazo, que en política la negociación es un instrumento para concretar bienes públicos. Pero no todo se puede pactar, y el límite son los principios democráticos y los valores éticos en los que se sustenta la acción de un político. El carácter confidencial de muchos acuerdos tiene que ver con la eficacia práctica, pero deben pensarse en un horizonte en el que su revelación no sea motivo de rubor, como lo ha causado éste. Porque fue impulsado desde una visión política de tahúres, en el que se apostaba ¿o rendía?, el destino del PAN. Por ello, discrepo con quienes postulan que ese pacto está fincado en una idea de gobernabilidad democrática. La construcción de la democracia no pasa por ocultar a los propios partidos su celebración. “Los pactos que no se pueden sostener en la plaza pública, tienen problema en su origen y concepción”, sostuve en la cámara de los diputados la semana pasada. Gómez Morín fue contundente en ello: “Que el espíritu de transacción y de componenda, no viole la levantada intransigencia”. El pacto ha generado tensiones al interior del PAN y del PRI. A los que militamos en el PAN nos ha provocado preocupación e incertidumbre sobre lo que el gobierno del Presidente asume como “gobernabilidad democrática”. Desarrollar con toda precisión y puntualidad ese concepto, establecer límites a la relación y colaboración del partido con el gobierno y tomar definiciones sobre nuestra relación con el PRI a partir de este episodio, considero que deben ser tareas del próximo Consejo Nacional. En la medida en que su integración surja de la voluntad libre y responsable de los panistas, aseguraremos el estado de imparcialidad para logar esta reflexión, en donde el Presidente sea uno de sus miembros más distinguidos, pero no el hacedor del Consejo, y menos su depositario.

No hay comentarios: