Hace unos años, el libro Freakonomics (la economía freak o la economía inesperada, podríamos traducirlo), del economista Steven D. Levitt y del periodista y escritor Stephen J. Dubner, se convirtió en un éxito de ventas mundial. En aquel libro, valiéndose de técnicas econométricas, los autores ofrecieron explicaciones que en una primera instancia resultarían inverosímiles, sobre temas variados. Sugerían, por ejemplo, que es más riesgoso dejar ir a los hijos a una fiesta en casa de amigos que tengan alberca que a una casa con armas de fuego; expusieron que los vendedores callejeros de droga viven con sus madres porque ganan muy poco dinero; demostraron que los profesores de enseñanza básica en Estados Unidos tienen en común con los luchadores de sumo de Japón el hacer trampas en sus respectivas profesiones, y revelaron que la disminución del crimen en las ciudades norteamericanas se debió no a la estrategia policial, sino a la legalización del aborto dos décadas antes. Los autores insistían: describimos el mundo tal cual es, no como quisiéramos que fuese. El libro ganó adeptos aquí y allá y sus conclusiones sirvieron para amenizar múltiples sobremesas.En 2009 Levitt y Dubner publicaron una nueva entrega de sus observaciones, con el título de Superfreakonomics. El caso con el que abren este nuevo libro es un estudio sobre la prostitución en Estados Unidos: ofrecen una explicación a partir de consideraciones económicas de cómo opera un negocio que es, como el narcotráfico, ilegal. ¿Qué podemos saber de ese mercado que, pesar de ser contrario a las leyes, perdura por los siglos de los siglos? ¿Nos puede ese estudio dar alguna luz sobre la viabilidad de la estrategia que sigue nuestro gobierno para combatir otro mercado ilegal, como es el del narcotráfico?Como señalan los autores, desde tiempos inmemoriales, en todo el mundo, los hombres han querido más sexo del que pueden tener gratis. De ahí que inevitablemente emerja una oferta de mujeres que, por determinado precio, están prestas a satisfacer la demanda. (Observación número uno para nuestros fines en términos de extraer conclusiones aplicables al mercado del narco: ahí donde hay demanda, habrá oferta).Hace un siglo en Estados Unidos había 200 mil mujeres dedicadas a la prostitución, constituían “el ejército del vicio”. Se trataba de una de cada 110 mujeres entre los veinte y los cuarenta años de edad. En aquella época, narran Levitt y Dubner, cuando la prostitución fue criminalizada, el grueso de la energía política se dirigió contra las prostitutas, más que contra los clientes. Esa decisión condujo a la escasez del servicio (sexual en este caso) y en economía, cuando hay escasez, los precios suben y ello atrae a más oferentes. (Observaciones 2 y 3: si la política genera escasez el precio se incrementa; y cuando lo anterior ocurre hay más gente interesada en entrar a un negocio de buenos dividendos).La información estadística recolectada en el estudio revela que los ingresos de las prostitutas han caído –en promedio– dramáticamente. ¿Por qué? La respuesta está en la competencia a la que se enfrentan. Esa competencia proviene, en buena medida, de la liberación sexual (se ha hecho más común el “sexo casual”, así como los “amigos con derechos”), de tal suerte que si el 20 por ciento de los hombres nacidos entre 1933 y 1942 tuvieron su primera experiencia sexual con una prostituta, el porcentaje ha caído al 5 por ciento en la generación actual (y ello no es porque ahora se cuide la virginidad hasta el altar, pues los estadunidenses con relaciones sexuales prematrimoniales pasaron del 33 al 70 por ciento). Dicen Levitt y Dubner que si la prostitución hubiese sido una industria como cualquier otra, habría contratado sus empresas cabilderas (a sus lobbystas) para que presionaran e hicieran una ley contra la liberación sexual, contra el sexo libre. (Observación 4: la prohibición de la liberalización de ciertos bienes y servicios beneficia a quienes, por debajo del agua, surten al mercado).Cabe ahora hacer referencia a la persecución policial a la prostitución. De acuerdo con Superfreakonomics, una prostituta en la ciudad de Chicago podrá ofrecer sus servicios 450 veces antes de ser arrestada. Y sólo uno de cada diez arrestos conduce a una sentencia. Así que, en los hechos, hay escaso combate de las autoridades a la prostitución. ¿Se debe ello a que la policía no sabe dónde tiene lugar el mercado sexual? No. El problema es de otro tipo, que nos puede sonar más familiar. La información recolectada en el estudio indica que alrededor del 3 por ciento del total de los servicios sexuales prestados por las prostitutas fueron gratis, de gorra (cachuchazo), practicados a oficiales de la policía. Cuando una prostituta está por ser arrestada, ella tiene algo que ofrecer: sexo. Los autores concluyen que es más probable, de acuerdo con las estadísticas, que una prostituta tenga sexo con un policía antes de que sea arrestada por él. (Observación 5: el problema del agente principal, como le llaman los economistas, hace que la agencia —la autoridad— encargada de poner orden sea capturada por quien debe ser regulado).Después de este breve repaso, ¿qué futuro tiene la guerra contra el narco? El que ya conocemos: 1) mientras haya quien demande droga –aquí o en Estados Unidos, si se quiere ya en Europa, pues globalizados vivimos– habrá quien la ofrezca; 2) la escasez de estupefacientes sube sus precios; 3) esos precios al alza están atrayendo nuevos actores, nuevos cárteles; 4) la prohibición de la droga es funcional a quienes la ofrecen de manera ilegal; 5) es más factible que un policía consuma una dosis de droga a que detenga a un narcotraficante, y la imbricación entre criminales y autoridades no cesa.Como dirían Levitt y Dubner: no es lo que quisiéramos, sino lo que es.
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