En lugar de erradicar la corrupción, la alternancia esparció el cinismo que ya recorría el cuerpo social.
Los medios y la Internet hierven con denuncias. Están los panfletos retacados de adjetivos y el periodismo de investigación teje los calificativos con hechos. El efecto sobre la realidad denunciada es insignificante porque la clase política ya se inoculó frente a la palabra. Tanto así, que uno de los secretarios de Estado mejor educados (hasta doctorado tiene) presume de su aguante frente a las noticias que lo critican justificadamente; se entiende que no se modificaran durante la última década los Índices anuales de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.
Hemos tenido que desechar el viejo hábito de responsabilizar sólo al PRI y al Presidente e incluir a la mayor parte de la clase política. Ya es tiempo de aceptar que, si bien no todos los mexicanos son corruptos, una mayoría tolera la transa y hace lo posible por beneficiarse de ella. Una de las pocas encuestas dedicadas exclusivamente a este tema, la nacional del Grupo Reforma del 12 de octubre del 2007, muestra que entre el 2001 y el 2007 aumentó la percepción de corrupción oficial en dos décimas (del 7.9 al 8.2) y que la corrupción de la sociedad creció medio punto (de 6 a 6.5).
En este tema hay un romance entre gobierno y sociedad. Veámoslo con el pago de impuestos. Según cifras inéditas de la Encuesta Mundial de Valores, aumenta el porcentaje de quienes consideran justificable "evadir impuestos si se presenta la oportunidad". En 1981 lo hubiera hecho el 48 por ciento de la población, en el 2006 ya era el 60 por ciento. Normal que así sea porque el ejemplo lo ponen quienes gobiernan. Los diputados se exentan de pagar impuestos y Felipe Calderón denuncia la evasión fiscal de las grandes empresas, pero ni las identifica y hace muy poco por evitarlo.
El cinismo infiltra al cuerpo social. Un país sensato combatiría los antivalores con campañas educativas, pero en México eso es imposible porque el Estado es vasallo del sindicato magisterial y de las televisoras que son quienes inculcan los valores a la sociedad. Por tanto, me llevo el razonamiento a los organismos públicos encargados de preservar la eficiencia y la honestidad en los gobiernos.
Quienes desde la sociedad apostamos por la honestidad y la eficiencia encontramos pocos asideros en el gobierno. Comparémonos con España. En la península, las denuncias de corrupción de gobiernos de todos los signos desembocan en detenciones, juicios y cárceles. Podrá criticársele al juez Baltasar Garzón su protagonismo pero reconozcámosle a él y a muchos más el empeño con el cual persiguen corruptos y violadores de derechos humanos.
En México, Garzón ya hubiera sido domesticado o despedido. Así les pasó a Guadalupe Morfín, Bernardo Romero y Raúl Ramírez Baena que fueron corridos después de brillar como defensores de derechos humanos en las comisiones de los estados de Jalisco, Querétaro y Baja California. Suerte parecida corrieron los consejeros del IFE, encabezado por José Woldenberg, y ahora vemos cómo enanizan en cámara lenta al Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI). Lo mismo acontece con la Auditoría Superior de la Federación en donde el titular, Arturo González de Aragón, ha hecho un trabajo reconocido en el mundo. En lugar de reelegirlo para otro periodo, César Nava y Josefina Vázquez Mota preparan machetes sin filo para desgarrarlo en plaza pública. Salvo casos aislados, en los estados es mucho peor.
Lo anterior explica la atención dedicada al cambio en la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. El Senado de la República está por nombrar al nuevo titular y a lo mejor sorprende seleccionando a alguien como Emilio Álvarez Icaza. Mientras escribía la frase anterior me daba cuenta de mi ingenuidad, porque los vientos soplan a favor de las banderas de la corrupción, el fraude y el cinismo. Lo más probable es que Manlio Fabio Beltrones nos recete a un clon de José Luis Soberanes. Y seguirán haciendo de las suyas en tanto no despegue y crezca la revuelta pacífica que tome como bandera a los valores.
La miscelánea
Una aclaración para quienes me preguntan sobre mi perfil de Facebook: resulta que lo cancelaron porque al parecer alguien se quejó por el contenido de mis ideas; espero lo habiliten pronto... Este jueves 5, a las doce del día, Marcelo Ebrard reanudará, en la Sala Alfonso Reyes de El Colegio de México, la serie de conferencias "¿A dónde va la izquierda?"... Ese mismo día, pero a las 18:30 horas, Salvador del Río presentará su libro Conversaciones en San Jerónimo, en el Salón Baalbek del Centro Libanés, ubicado en Hermes 67. Luis Echeverría demuestra su maestría en el arte de contar una versión cínica de su papel en la historia.
Agradezco a Miguel Basáñez facilitarme parte de los resultados de la última Encuesta Mundial de Valores que publicará la editorial Siglo XXI.
Los medios y la Internet hierven con denuncias. Están los panfletos retacados de adjetivos y el periodismo de investigación teje los calificativos con hechos. El efecto sobre la realidad denunciada es insignificante porque la clase política ya se inoculó frente a la palabra. Tanto así, que uno de los secretarios de Estado mejor educados (hasta doctorado tiene) presume de su aguante frente a las noticias que lo critican justificadamente; se entiende que no se modificaran durante la última década los Índices anuales de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.
Hemos tenido que desechar el viejo hábito de responsabilizar sólo al PRI y al Presidente e incluir a la mayor parte de la clase política. Ya es tiempo de aceptar que, si bien no todos los mexicanos son corruptos, una mayoría tolera la transa y hace lo posible por beneficiarse de ella. Una de las pocas encuestas dedicadas exclusivamente a este tema, la nacional del Grupo Reforma del 12 de octubre del 2007, muestra que entre el 2001 y el 2007 aumentó la percepción de corrupción oficial en dos décimas (del 7.9 al 8.2) y que la corrupción de la sociedad creció medio punto (de 6 a 6.5).
En este tema hay un romance entre gobierno y sociedad. Veámoslo con el pago de impuestos. Según cifras inéditas de la Encuesta Mundial de Valores, aumenta el porcentaje de quienes consideran justificable "evadir impuestos si se presenta la oportunidad". En 1981 lo hubiera hecho el 48 por ciento de la población, en el 2006 ya era el 60 por ciento. Normal que así sea porque el ejemplo lo ponen quienes gobiernan. Los diputados se exentan de pagar impuestos y Felipe Calderón denuncia la evasión fiscal de las grandes empresas, pero ni las identifica y hace muy poco por evitarlo.
El cinismo infiltra al cuerpo social. Un país sensato combatiría los antivalores con campañas educativas, pero en México eso es imposible porque el Estado es vasallo del sindicato magisterial y de las televisoras que son quienes inculcan los valores a la sociedad. Por tanto, me llevo el razonamiento a los organismos públicos encargados de preservar la eficiencia y la honestidad en los gobiernos.
Quienes desde la sociedad apostamos por la honestidad y la eficiencia encontramos pocos asideros en el gobierno. Comparémonos con España. En la península, las denuncias de corrupción de gobiernos de todos los signos desembocan en detenciones, juicios y cárceles. Podrá criticársele al juez Baltasar Garzón su protagonismo pero reconozcámosle a él y a muchos más el empeño con el cual persiguen corruptos y violadores de derechos humanos.
En México, Garzón ya hubiera sido domesticado o despedido. Así les pasó a Guadalupe Morfín, Bernardo Romero y Raúl Ramírez Baena que fueron corridos después de brillar como defensores de derechos humanos en las comisiones de los estados de Jalisco, Querétaro y Baja California. Suerte parecida corrieron los consejeros del IFE, encabezado por José Woldenberg, y ahora vemos cómo enanizan en cámara lenta al Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI). Lo mismo acontece con la Auditoría Superior de la Federación en donde el titular, Arturo González de Aragón, ha hecho un trabajo reconocido en el mundo. En lugar de reelegirlo para otro periodo, César Nava y Josefina Vázquez Mota preparan machetes sin filo para desgarrarlo en plaza pública. Salvo casos aislados, en los estados es mucho peor.
Lo anterior explica la atención dedicada al cambio en la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. El Senado de la República está por nombrar al nuevo titular y a lo mejor sorprende seleccionando a alguien como Emilio Álvarez Icaza. Mientras escribía la frase anterior me daba cuenta de mi ingenuidad, porque los vientos soplan a favor de las banderas de la corrupción, el fraude y el cinismo. Lo más probable es que Manlio Fabio Beltrones nos recete a un clon de José Luis Soberanes. Y seguirán haciendo de las suyas en tanto no despegue y crezca la revuelta pacífica que tome como bandera a los valores.
La miscelánea
Una aclaración para quienes me preguntan sobre mi perfil de Facebook: resulta que lo cancelaron porque al parecer alguien se quejó por el contenido de mis ideas; espero lo habiliten pronto... Este jueves 5, a las doce del día, Marcelo Ebrard reanudará, en la Sala Alfonso Reyes de El Colegio de México, la serie de conferencias "¿A dónde va la izquierda?"... Ese mismo día, pero a las 18:30 horas, Salvador del Río presentará su libro Conversaciones en San Jerónimo, en el Salón Baalbek del Centro Libanés, ubicado en Hermes 67. Luis Echeverría demuestra su maestría en el arte de contar una versión cínica de su papel en la historia.
Agradezco a Miguel Basáñez facilitarme parte de los resultados de la última Encuesta Mundial de Valores que publicará la editorial Siglo XXI.
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