En los dorados años cincuentas, en el esplendor del Macarthismo, en los inicios de la Guerra Fría, América Latina, instalada en el inmovilismo padecía los horrores de la tiranía en casi 13 de 20 países. Hoy, afortunadamente, celebramos ya la gran fiesta de la democracia. El tenebroso eslabón genético que nos unía con el sanguinario conquistador Pedro de Alvarado —aquel que exigía ver las orejas de sus enemigos colocadas en la punta de una espada— quedó una y otra vez en evidencia con la proliferación de primates de las más extrañas especies como los Somozas, Trujillos, los Batistas, los Ubicos, los Carías Andinos, los Martínez Hernández, además de otros tantos antropoides que no viene al caso citar en este reducido espacio, como Chávez o Castro, el coma-andante… Todos ellos evidentes subproductos de nuestra descomposición política y social y de alguna manera, dolorosa herencia del autoritarismo español arraigado entre nosotros durante más de tres siglos. Nosotros los mexicanos ya habíamos sufrido con medio siglo de antelación los efectos de 30 años de dictadura impuesta por José de la Cruz Porfirio Díaz, mismos que condujeron a la destrucción de nuestro país y de nuestra economía ocasionando, además, la pérdida de más de un millón de vidas humanas, la extinción de una generación de mexicanos que pereció colgada de los postes de telégrafo o expiró con un tiro de gracia al pie de los paredones. ¿Qué aprendimos de las revoluciones? Que éstas sirven para centralizar aún más el poder o no sirven para nada. La revolución mexicana, la china, la rusa y hasta la española con sus bemoles, por sólo citar algunas conflagraciones civiles del siglo en curso, concluyeron por una u otra razón en una mayor centralización del poder como lo demuestra la existencia de las figuras de Stalin, del propio Mao y la de Franco, el caudillo de España por la gracias de Dios, de no menos triste recuerdo. En el caso de México, una década después de concluida nuestra guerra civil estallada en 1913, el poder lo acaparó el PRI durante 70 interminables años, que dado el escandaloso fracaso administrativo del selecto club de amigos encabezado por Calderón, bien puede regresar, esperemos que con la visión política del México actual, a Los Pinos en 2012. América Latina es un continente rico con gente pobre. ¿De qué nos ha servido tener gigantescos yacimientos de petróleo, de oro y plata, cobre, estaño y azufre, en fin, la infinita riqueza de nuestro suelo, el calor de nuestro sol, la generosidad de nuestros trópicos, nuestro azúcar, nuestro café, nuestro cacao, nuestras bananas, nuestro tabaco y la inmensidad de nuestros litorales y la belleza de nuestras playas? ¿De qué nos ha servido ser dueños de buena parte de las materias primas de las que dependen los países industrializados si nos siguen comprando barato nuestro azúcar y nos venden caros los caramelos? América Latina debe dormir con los ojos abiertos. Actualmente florece finalmente la democracia. Hemos entendido que no existe una mejor atmósfera para alcanzar el desarrollo económico. Si finalmente hemos logrado organizarnos en lo interno, si le hemos cerrado, con algunas patéticas excepciones, el paso al militarismo y a la demagogia e ignoramos y despreciamos a los fundamentalistas, si estamos aprendiendo a fundar nuestro dicho en la fuerza del voto y a entender la ley como única fórmula de convivencia civilizada, si nuestro crecimiento se catapultara gracias al feliz arribo de la libertad y del respeto, entonces ha llegado por primera vez en nuestra historia el tan ansiado momento de madurez política imprescindible para organizarnos, ahora en lo externo, a través de alianzas comerciales que nos aseguren el lugar a un representante de nuestra comunidad hemisférica en el selecto club de los privilegiados. Estados Unidos sólo respeta a los mercaderes ricos, más aún si cuentan con arsenales atómicos. Si entre la comunidad latinoamericana logramos crear un ahorro público colectivo seremos inmensamente ricos, crearemos una riqueza insospechable en Norteamérica: nuestra mística, nuestro sentido del humor, nuestro dinero y nuestra samba, nuestro tango, nuestro jarabe y nuestro cha cha chá. Si nunca nos entendieron menos nos entenderán ahora si sumamos a nuestra imaginación, a nuestra creatividad y habilidad manual, nuestra unión política hemisférica que finalmente nos conducirá al dinero y a la riqueza que tanto deseamos y al mismo tiempo tanto despreciamos...
1 comentario:
RAFAEL:
A su disposición herramienras para cambiar la forma de gobierno de la República Mexicana.
Visitar los sitios:
http://constituyentecivil-mexico2010.blogspot.com
http://gacetaconstituyente-mexico2010.blogspot.com
Saludos.
Alfredo Loredo.
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